Algunas maldiciones EXISTEN SOLAMENTE PARA AQUELLOS BAJO LOS (PRINCIPIOS NEGATIVOS) DEL ANTIGÜO TESTAMENTO
Recuerdo mi conversión allá por 1972, fue algo maravilloso, indiscutiblemente transformó mi vida y destino. Descubrí el amor filial sin compromisos y demandas. A la vez, era un tiempo distinto, sin claridad doctrinal, ni cuestionamiento a diferentes temas bíblicos controversiales. En ese entonces nunca supe ni escuché en ningún lugar, seminario o iglesia el tema de las Maldiciones Genealógicas, era algo desconocido totalmente para mí. El tema más común y primordial en ese entonces era el Rapto de la iglesia.
No fue hasta los 1990s que escuché mencionar por primera vez la necesidad que teníamos de examinar nuestra genealogía y orar si así fuese, por los pecados de nuestros antepasados para no continuar llevando esas tendencias o maldiciones a nuestras vidas, ni a la de nuestros hijos. Pasaron los años, y no fue hasta el mes de junio del año 2009 cuando decidimos con mi hijo ir a Texas para visitar una congregación cristiana, donde aparece de nuevo esta doctrina. Fue una gran sorpresa que removió los pedazos olvidados que quedaban en mi mente. Ellos estaban muy convencidos de esto, y lo presentaban como una gran necesidad, eran muy fervorosos de esto, y durante nuestra estadía fue algo que se hablaba seguido. Una congregación amorosa, nos recibieron y trataron muy bien. El tema tenía que ver con maldiciones generacionales…ese tema salió como lava de un volcán incontenible.
Fue un choque brutal para mi sistema interno-espiritual. Pensé que esa doctrina y creencia en particular debía ser escrudiñada. Deduciendo que el cristiano es una nueva creación o una nueva “criatura”, pero a la vez, surgía este pensamiento: ¿Puedo traer todas estas maldiciones de mis antepasados? ¿Qué hubo de la nueva criatura o creación? Fui invadido con muchas interrogantes que solo el tiempo podría aclarar. Nunca me aferré a esta idea de pensamiento ya que tenía muchas falacias, y pensé que debía darle tiempo a Dios para iluminar mi mente. Aunque no tenía la experiencia en ese tema, ni el conocimiento necesario para combatirla, había algo en mí, de la palabra de Dios que lo rechazaba como una verdad bíblica.
Es una enseñanza relativamente nueva, basada en una antigua idea que ha ido ganando popularidad en el cristianismo moderno. El concepto es que un cristiano puede sufrir o estar bajo una maldición transmitida por familiares de generaciones anteriores. La enseñanza: para ser liberado, se debe identificar la maldición y romper su poder.
Muchos predicadores de alto perfil están proclamando el poder y la prevalencia de las maldiciones generacionales. La lista de quienes abrazan esta enseñanza es grande entre de los líderes cristianos más influyentes de Estados Unidos en la actualidad, y prefiero no nombrarlos.
Debido a la saturación de la enseñanza de las maldiciones generacionales, es probable que usted haya sido influenciado por ella, incluso si no ha oído hablar de ella por su nombre. Como cristianos, nuestra fe descansa firmemente en la persona de Jesús y las enseñanzas de la Santa Biblia. Por lo tanto, la pregunta que debe hacerse un cristiano ante cualquier enseñanza es, ¿es bíblico? ¿Lo que estoy escuchando concuerda con las Escrituras?
La Biblia nos advierte claramente que no debemos confiar en nuestro propio razonamiento para determinar qué es el bien y el mal. De hecho, confiar en el razonamiento humano en lugar de en las instrucciones de Dios es lo que trajo el pecado y la muerte a la familia humana en primer lugar.
Proverbios 14:12,
“Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte”.
Jeremías 17:9,
9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
Cuando la gente se pregunta acerca de las maldiciones generacionales, piensan en algo más que los malos hábitos adquiridos en el camino (que todos hemos experimentado). A partir de textos sacados fuera de contexto y utilizados como pretextos, cada vez es más común que los cristianos sospechen que son víctimas de maldiciones generacionales. Como tales, suponen que han heredado demonios, estos son asociados con la ira hasta el alcoholismo, desde la pereza, hasta la lujuria. Sin embargo, un examen más detenido demuestra que esta noción es gravemente errónea.
He escuchado testimonios de personas que afirman haber estado involucradas en liberaciones y guerras espirituales, y el concepto de la maldición generacional aparece con bastante frecuencia. Incluso se enseña como doctrina en ciertas Iglesias. En palabras simples, una maldición generacional básicamente significa que cierto antepasado cometió un error (por ejemplo, al entrar en la brujería, practicar el ocultismo, cometer algún pecado terrible, etc.) y, consecuentemente, abrió una puerta a espíritus malignos, dándoles un derecho legal para influir de alguna manera en ellos y en sus descendientes, esperando hasta que alguien en su familia finalmente revoque el derecho (si es que alguna vez lo hace).
¿Cuál es la base bíblica de esta creencia?
Muchos cristianos viven bajo temor de caer bajo una maldición. Muchos viven en un estado de pesimismo debido a su historia familiar de generaciones pasadas o incluso bajo condena por algo que dijeron o hicieron y por lo que tal vez estén tratando de enmendar. La culpa los mantiene dentro o fuera de la iglesia y/o mantiene bajo control su vida de oración cargada de culpa. ¿Es verdad? ¿Podría estar bajo una maldición generacional?
Deuteronomio 28:15-68 describe las maldiciones que caerían sobre los israelitas si no seguían la ley de Moisés. Las bendiciones son hermosas. Las maldiciones… no tanto.
A la luz de estas posibilidades que la gente considera, exploremos lo que la Biblia indica que se puede transmitir de generación en generación. Será útil mencionar que, si cree en un fatalismo generacional (“porque esto y aquello les pasó a mis antepasados, seguramente me pasará a mí también”), la Biblia ofrece esperanza.
El argumento de las maldiciones generacionales
Bueno, para empezar, no es algo entretenido pensar en las cosas que se pueden heredar de nuestros antepasados. Puede ser muy frustrante pensar en la oscuridad del pasado de nuestra familia y cómo puede eso pesar sobre nuestro presente. Otra dificultad, especialmente para quienes vivimos en el mundo occidental, es que tendemos a vernos a nosotros mismos principalmente como individuos.
Vernos como parte de un grupo al que no elegimos unirnos (y que puede afectar la trayectoria de nuestras vidas sin nuestro permiso) puede parecernos algo injusto. La mayoría de nosotros preferiríamos mejor leer un libro de autoayuda o escuchar a un buen orador que nos motive y que nos diga todo lo que podemos hacer, que no hay nada que no podamos lograr. Pensar que podría haber algo en nuestras vidas en lo que no tenemos poder es frustrante.
En el mundo occidental tendemos a racionalizar todo aquello que tiene que ver con cosas horribles. Por ejemplo, cuando se trata de demonios, que es algo que va más allá de la metáfora (es decir, más allá del proverbial común que se escucha seguido: “Él tiene sus demonios”), o cuando se trata de que el mal es algo que tiene cierto control sobre las personas. Es mejor hablar de modelar malos hábitos e incluso predisposiciones genéticas. Pero cuando se trata de algo más allá de lo obvio, podemos ponernos nerviosos.
En la iglesia, es mucho más común que hablemos de bendiciones, y no de maldiciones. Y, para ser sinceros, también lo dice la Biblia. Si busca en la Biblia, encontrará que hay más del doble de referencias a “bendecir” y “bendición” que a “maldición” y “maldecir.” Aun así, hay algunas maldiciones importantes que ocurrieron en el Antiguo Testamento, comenzando con el primer pecado de los humanos (Genesis 3). Dios emitió una maldición sobre la serpiente diciendo que algún día sería derrotada. Dios también pronunció una maldición sobre el mundo físico para hacer la vida más difícil a Adán (por ejemplo, el trabajo del campo sería arduo) y a Eva (por ejemplo, el parto sería doloroso). Dado que estas maldiciones han afectado a todos los humanos desde entonces, en cierto sentido son maldiciones generacionales.
Aquí hay algunas maldiciones más específicas sobre las que leemos en el Antiguo Testamento: después de que Caín asesinó a su hermano, Dios maldijo a Caín para que se convirtiera en un vagabundo errante. Noé maldijo a Canaán por la lascivia de su padre Cam (hijo de Noé), en lo que aparentemente fue una maldición generacional. En la era de los jueces y reyes, aparentemente no era raro que la gente pronunciara maldiciones unos a otros.
Jueces 9:27,
27 Y saliendo al campo, vendimiaron sus viñedos, y pisaron la uva e hicieron fiesta; y entrando en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec.
Jueces 17:2,
2 Y él dijo a su madre: Las mil cien piezas de plata que te quitaron, acerca de las cuales proferiste una maldición a mis oídos, he aquí, la plata está en mi poder; yo la tomé. Y su madre dijo: Bendito sea mi hijo por el Señor.
1 Samuel 14:24,
24 Mas los hombres de Israel estaban en gran aprieto aquel día, porque Saúl había puesto al pueblo bajo juramento, diciendo: Maldito sea el hombre que tome alimento antes del anochecer, antes que me haya vengado de mis enemigos. Y nadie del pueblo probó alimento.
1 Samuel 17:43,
43 Y el filisteo dijo a David: ¿Acaso soy un perro, que vienes contra mí con palos? Y el filisteo maldijo a David por sus dioses.
2 Samuel 16:5,
5 Al llegar el rey David a Bahurim, he aquí, salió de allí un hombre de la familia de la casa de Saúl que se llamaba Simei, hijo de Gera. Cuando salió, iba maldiciendo;
Cuando un grupo de jóvenes amenazó a Eliseo, él pronunció una maldición, después de la cual vinieron dos osos y los mataron. Algunos de los salmos son “imprecatorios” y llaman a maldecir a sus opresores.
Una de las maldiciones más interesantes del Antiguo Testamento es una maldición generacional que en realidad nunca sucedió: Balaam fue contratado para maldecir a Israel, pero cuando Dios intervino, terminó bendiciéndolos.
También encontramos maldiciones de las que se habla en la ley de Moisés. Según la ley, cualquiera que maldijera a su madre o a su padre debía ser ejecutado,
Éxodo 21:17,
17 El que maldiga a su padre o a su madre, ciertamente morirá.
Al igual que cualquiera que maldijera a Dios.
Levítico 24:15,
15 Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Si alguien maldice a su Dios, llevará su pecado.
Vemos una especie de maldición generacional en los Diez Mandamientos (Mandamiento #2): aquellos en la congregación que adoraban ídolos verían el castigo de Dios sobre sus familias mientras vivieran (“hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian”); pero aquellos que escogieran amar a Dios y guardar sus mandamientos recibirían la bendición de Dios “por mil generaciones” (Éxodo 20:5-6).
Quizás las maldiciones más prominentes que se encuentran en el Antiguo Testamento fueron las maldiciones en Deuteronomio capítulos 27-28. Esta era una lista de escenarios en los que el pueblo rechazaría la ley de Dios y sufriría duras consecuencias. Esta lista de maldiciones, dada en el monte Ebal, iba a servir como una cara de la moneda, con una lista de bendiciones, dadas en el monte Gerizim, que describía lo que les sucedería a aquellos que obedecieran la ley de Dios. Cuando el antiguo Israel rompió el pacto que había hecho con Dios, estas maldiciones cayeron sobre ellos más adelante en el Antiguo Testamento. Dado que estas maldiciones afectaron a múltiples generaciones (por ejemplo, vivir en el exilio), en cierto sentido fueron maldiciones generacionales.
Bendiciones Y Maldiciones
Deuteronomio 27:1,
1 Moisés y los jefes ancianos de Israel dieron al pueblo esta orden: «Cumple todos estos mandamientos que hoy te entrego.
Es importante comprender la escatología bíblica porque contiene el pronunciamiento de Dios sobre las bendiciones que resultarían de la obediencia al viejo pacto y las maldiciones que resultarían dé la desobediencia. En el capítulo 27, Moisés ordena al pueblo que coloque piedras revocadas con sal en el monte Ebal sobre las cuales escribirán todas las palabras de la ley (vv. 2–8).
2 Y el día que pases el Jordán a la tierra que Jehová tu Dios te da, levantarás piedras grandes, y las revocarás con cal;3 y escribirás en ellas todas las palabras de esta ley, cuando hayas pasado para entrar en la tierra que Jehová tu Dios te da, tierra que fluye leche y miel, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho. 4 Cuando, pues, hayas pasado el Jordán, levantarás estas piedras que yo os mando hoy, en el monte Ebal, y las revocarás con cal; 5 y edificarás allí un altar a Jehová tu Dios, altar de piedras; no alzarás sobre ellas instrumento de hierro. 6 De piedras enteras edificarás el altar de Jehová tu Dios, y ofrecerás sobre él holocausto a Jehová tu Dios; 7 y sacrificarás ofrendas de paz, y comerás allí, y te alegrarás delante de Jehová tu Dios. 8 Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta ley.
Después de que el pueblo entre en la tierra, seis de las tribus deben estar en el monte Gerizim y seis en el monte Ebal (vv. 11-13).
11 Y mandó Moisés al pueblo en aquel día, diciendo: 12 Cuando hayas pasado el Jordán, estos estarán sobre el monte Gerizim para bendecir al pueblo: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín. 13 Y estos estarán sobre el monte Ebal para pronunciar la maldición: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí.
Luego, los levitas deben recitar un resumen de las maldiciones del pacto (vv. 14-26).
14 Y hablarán los levitas, y dirán a todo varón de Israel en alta voz: 15 Maldito el hombre que hiciere escultura o imagen de fundición, abominación a Jehová, obra de mano de artífice, y la pusiere en oculto. Y todo el pueblo responderá y dirá: Amén.
16 Maldito el que deshonrare a su padre o a su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén.
17 Maldito el que redujere el límite de su prójimo. Y dirá todo el pueblo: Amén.
18 Maldito el que hiciere errar al ciego en el camino. Y dirá todo el pueblo: Amén.
19 Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén.
20 Maldito el que se acostare con la mujer de su padre, por cuanto descubrió el regazo de su padre. Y dirá todo el pueblo: Amén.
21 Maldito el que se ayuntare con cualquier bestia. Y dirá todo el pueblo: Amén.
22 Maldito el que se acostare con su hermana, hija de su padre, o hija de su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén.
23 Maldito el que se acostare con su suegra. Y dirá todo el pueblo: Amén.
24 Maldito el que hiriere a su prójimo ocultamente. Y dirá todo el pueblo: Amén.
25 Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente. Y dirá todo el pueblo: Amén.
26 Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas. Y dirá todo el pueblo: Amén.
El capítulo 28 describe en gran detalle las bendiciones por la obediencia a las estipulaciones del pacto de Dios (vv. 1–14) y las maldiciones por la desobediencia (vv. 15–68).
Deuteronomio 28:1-2,
1Acontecerá que, si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. 2 Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.
Entre las maldiciones está el castigo máximo, es decir, el exilio de la tierra (vv. 36, 64-65).
36 Jehová te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra.
64 Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra. 65 Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma;
A la larga lectura de bendiciones y maldiciones, le sigue el tercer discurso de Moisés al pueblo en los capítulos 29 y 30. En este discurso final, les recuerda todo lo que Dios ha hecho por ellos y hace un llamamiento a la fidelidad del pacto (cap. 29). Luego les plantea la posibilidad de elegir entre la vida y la muerte y exige una decisión (cap. 30).
En su discurso final, Moisés prevé que el pueblo no permanecerá fiel a Dios y que las maldiciones del pacto, incluido el exilio, finalmente caerían sobre ellos.
Deuteronomio 30:1,
1 Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios,
Pero también prevé que Israel eventualmente se arrepentirá y será restaurado del exilio (vv. 2-10).
Deuteronomio 30:2-3,
2 y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, 3 entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios.
Esto nos describe el arrepentimiento del pueblo en el exilio, lo que a su vez precipita una restauración de su herencia, que aquí implica explícitamente un regreso a la tierra.
En otras palabras, incluso si Israel se arrepiente y es restaurado del exilio, ¿qué impedirá que todo el ciclo de desobediencia y maldiciones vuelva a ocurrir?
Una respuesta al problema se encuentra en Deuteronomio 30:6, donde Moisés declara: “Y Jehová tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, para que puedas vivir.”
Lo que Dios había ordenado en Deuteronomio 10:16,
16 Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.”
Ahora Dios promete que él mismo lo haría en Deuteronomio 30:6,
6 Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.
La respuesta al problema de la obstinada infidelidad de Israel reside en última instancia en Dios mismo. De alguna manera, permitirá a su pueblo hacer lo que no puede hacer con sus propias fuerzas, es decir, obedecerlo por la convicción y la devoción de sus propios corazones.
La promesa de Dios de circuncidar sus corazones anticipa la promesa de un corazón nuevo y un nuevo pacto que se encuentran en los profetas.
Jeremías 31:31-33,
31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.
Ezequiel 36:22-28,
22 Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado. 23 Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. 24 Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. 25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. 26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. 28 Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.