La única referencia detallada acerca de los samaritanos se encuentra en el Segundo Libro de los Reyes. En el capítulo diecisiete, vemos que cuando los asirios conquistaron el Reino del Norte de Israel y deportaron a las Diez Tribus al exilio en Halah y Habor junto al río Gozán en las ciudades de los medos, el rey de Asiria repobló los territorios despoblados de Israel con extranjeros:
2 Reyes 17:24,
24 El rey de Asiria trajo hombres de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria en lugar de los israelitas. Y tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus ciudades.
Estas gentes eran idólatras, paganos sin temor de Dios; pero, tras los ataques de leones salvajes a sus asentamientos (lo que atribuyeron a la ira del Dios por los israelitas desplazados), pidieron ayuda al rey asirio. La respuesta del rey fue enviar de vuelta a uno de los sacerdotes cautivos de Israel para que les enseñara sus leyes y costumbres.
2 Reyes 17:27, 28;
27 Y el rey de Asiria mandó, diciendo: Llevad allí a alguno de los sacerdotes que trajisteis de allá, y vaya y habite allí, y les enseñe la ley del Dios del país. 28 Y vino uno de los sacerdotes que habían llevado cautivo de Samaria, y habitó en Bet-el, y les enseñó cómo habían de temer a Jehová.
Cuando consideramos que los propios israelitas habían ido en cautiverio por su idolatría y quebrantamiento de las leyes de Dios, adorando a Baal y Astarot, y que el sacerdocio oficial desde los días de Jeroboam había fomentado el culto de los Toros de Oro en los santuarios de Dan y Betel. No debe ser de ninguna sorpresa que este sacerdote que regresó para enseñarle a esta gente los preceptos de Dios, sólo añadió una forma corrupta de creencia y adoración israelita a las costumbres paganas que este pueblo ya tenía. Así, aunque ahora decían conocer, solamente de labios al Dios de Israel, continuaron sirviendo también a sus propios dioses, según nos cuenta la biblia.
2 Reyes 17:29-33,
29 Pero cada nación se hizo sus dioses, y los pusieron en los templos de los lugares altos que habían hecho los de Samaria; cada nación en su ciudad donde habitaba. 30 Los de Babilonia hicieron a Sucot-benot, los de Cuta hicieron a Nergal, y los de Hamat hicieron a Asima. 31 Los aveos hicieron a Nibhaz y a Tartac, y los de Sefarvaim quemaban sus hijos en el fuego para adorar a Adramelec y a Anamelec, dioses de Sefarvaim. 32 Temían a Jehová, e hicieron del bajo pueblo sacerdotes de los lugares altos, que sacrificaban para ellos en los templos de los lugares altos. 33 Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados.
En consecuencia, surgió un pueblo mestizo de diversos orígenes nacionales y raciales, que practicaba una religión mixta que guardaba ciertas similitudes externas con el culto de los israelitas ahora exiliados. Se había creado verdaderamente una sociedad multicultural y politeísta. Aunque se les llamaba samarkanos, este pueblo no necesariamente habitaba en el área de la antigua capital israelita de Samaria, sino que tendía a encontrarse principalmente en el área de Siquem. Tanto es así que en los libros apócrifos como en los escritos de Josefo se les llama siquemitas (Siquemitas (heb. shikmî). Descendientes de Siquem- (Números 26:31).
Descendientes de Manasés por la línea de Siquem. (Números 26:29, 31.) Se habían convertido en un pueblo propio en el período helenístico, Siquem fue reconstruida años después.
Números 26:29-31,
29 Los hijos de Manasés: de Maquir, la familia de los maquiritas; y Maquir engendró a Galaad; de Galaad, la familia de los galaaditas. 30 Estos son los hijos de Galaad: de Jezer, la familia de los jezeritas; de Helec, la familia de los helequitas; 31 de Asriel, la familia de los asrielitas; de Siquem, la familia de los siquemitas;
Siquem (שְׁכֶם / שְׁכָם) fue una ciudad de Canaán construida hace 4.000 años. La ciudad se convirtió en una ciudad israelita de la tribu de Manasés y la primera capital del Reino de Israel. Sus ruinas están situadas a dos kilómetros al este de la actual ciudad cisjordana de Nablus.
Cisjordania (del latín cis-, “de este lado”, y Jordán, esto es, “de este lado del [río] Jordán”; o, más comúnmente romanizado: Yehudah ve-shomrón, «Judea y Samaria») es, junto con la Franja de Gaza, una de las dos regiones que conforman el Estado de Palestina.
Sin embargo, fue durante este período de helenización (la extensión de la civilización griega, especialmente durante el periodo helenístico del imperio de Alejandro Magno y se aplica el término para la extensión de la lengua griega).
El resultado de la helenización (helenismo) no fue un proceso de adaptación de la nueva cultura, sino la mezcla ecléctica de elementos culturales de origen griego con los de origen local, como los de la civilización persa, la civilización judía, la civilización egipcia o la civilización del Valle del Indo.
Fue en este periodo de Alejandro Magno y sus sucesores, cuando surgió en la comunidad “samaritana” un grupo de puristas religiosos que decidieron empezar de nuevo y erigieron el Templo Samaritano en el monte Gerezim. Formaron su propio sistema religioso, que incluía: la adoración del Dios de Israel, la obediencia a la Ley de Moisés, la expectación de un Día del Juicio venidero, el reconocimiento del Monte Gerezim como el lugar designado para el sacrificio y el regreso de Moisés como el Taheb o el Restaurador/El que Regresa.
A partir de este momento se produce un rápido deterioro de las relaciones con los de Judá, Benjamín y Leví, que habían regresado a Palestina del exilio en Babilonia. Consideraban a los samaritanos como intrusos racialmente inferiores y a su religión como una falsificación adulterada. En la época de la revuelta macabea, los samaritanos se pusieron del lado de los opresores seléucidas, (el nombre dado a la dinastía macedónica, que fue fundada por Seleuco, general de Alejandro Magno, y que gobernó sobre Siria desde 312 a.C.) para aplacar a Antíoco Epífanes, ¡incluso permitieron que su templo se dedicara a Zeus!
Posteriormente, en el año 128 a. C., fueron conquistados por el gobernador asmoneo Juan Hircano (el conquistador y unió o incorporó a Edom/ldumea), quien destruyó su templo en el monte Gerezim. Juan Hircano, Hircano I o Hircán I (Yohanan Girhan; Yohanan Hyrcanus – יוחנן הרקנוס) fue etnarca y sumo sacerdote de Judea de la familia de los asmoneos. Tercero y último de los hijos de Simón Macabeo, a quien sucedió en el poder, gobernó desde el año 134 a. C. hasta el 104 a. C.
Toma del poder
Fases de expansión del Reino de los Asmoneos.
Juan Hircano se hallaba en Gázara cuando su padre fue asesinado en Jericó, en el 134 a. C., a manos de su yerno Ptolomeo, hijo de Abobi. Este reclamó el gobierno de Judea, para garantizar su seguridad; Ptolomeo apresó a la viuda y a los dos hijos mayores de Simón Macabeo; asimismo mandó buscar a Hircano para asesinarlo y se atrincheró en una fortaleza cerca de Jericó. Juan Hircano logró llegar a Jerusalén, donde obtuvo el apoyo del pueblo para suceder a su padre. Después Hircano cercó la fortaleza donde se encontraba Ptolomeo y estuvo a punto de tomarla, pero se contuvo cuando Ptolomeo amenazó con arrojar a su madre y hermanos desde lo alto de los muros. Esto hizo que Hircano bajara el ímpetu, de modo que el cerco se prolongó y Ptolomeo aprovechó el año sabático para huir fuera del país, no sin antes asesinar a la madre y a los hermanos de Hircano.
En una Pascua en particular, entre los años 6 d.C. y 9 d.C., los samaritanos cometen un acto horrendo esparciendo huesos en el Templo, profanando así, el Templo de Jerusalén. Los peregrinos que viajaban hacia el sur desde Galilea hasta Jerusalén para asistir a las fiestas religiosas tenían miedo de atravesar territorio samaritano, temor que se justificaría por la posterior masacre de peregrinos galileos a manos de estos llamados samaritanos en En-ganim en el año 52 d. C. (En-ganim (heb. ‘Kn Gannîm, ‘manantial [fuente] de jardines’). Aldea en las tierras bajas (Sefela) de Judá.
Los samaritanos se rebelaron contra los romanos en el año 36 d.C. Entre este grupo de gente había un apasionado y extremista quien los reunió en el monte Gerezim, prometiéndoles mostrar los vasos sagrados del templo, que supuestamente, como se pensaba y les habían enseñado, habían sido enterrados allí por Moisés. Los rebeldes fueron masacrados sin piedad por orden de Poncio Pilato. Durante la revuelta judía del 66-70 d. C., un grupo de samaritanos se unió a la rebelión y fueron acabados por el comandante romano Vettulenus Cerealis, una vez más en el monte Gerezim.
Después de casi dos mil años, sólo queda un pequeño resto de los descendientes de los samaritanos. Han preservado su religión y cultura, y se encuentran hasta el día de hoy en Palestina, viviendo en dos pequeñas comunidades en Nablus y Holon, con sus propios pergaminos y sacerdocio.
A pesar de la instrucción de nuestro Señor a sus discípulos: “No entréis en ciudad de samaritanos” (Mateo 10:5), y el incidente cuando los discípulos quisieron invocar fuego del cielo para destruir una aldea samaritana que se negó a recibirlos,
Lucas 9:52-54,
52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. 53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. 54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
Los samaritanos reciben observaciones muy favorables de los escritores del Nuevo Testamento, Lucas y Juan. El único leproso entre los diez que regresaron a Jesús para darle gracias por su sanidad era un samaritano,
Lucas 17:16,
16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano.
Y le era necesario pasar por Samaria.
El Señor Jesús le pidió agua a una mujer de Samaria y posteriormente le ministró (Juan 4:4-30 y 39-40);
Juan 4:7-9,
7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
La mujer samaritana reconoce que esta persona no era un hombre común, dice: “me parece que eres profeta”, luego le explica que sus antepasados habían adorado en el monte… en seguida, Jesús le responde:
Juan 4:19-25,
19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos (judaítas: del reino de Juda, de la Casa de David, Judaíta (plural judaítas) Descendiente de Judá (el patriarca). Descendiente o miembro de la tribu de Judá. Habitante del antiguo reino de Judá.). 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. 25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? 30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
35 ¿No decís vosotros: ¿Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. 36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. 37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. 38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. 40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y creyeron muchos más por la palabra de él, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo.
Luego leemos de un gran avivamiento espiritual acompañado de señales, prodigios y milagros en Samaria (Hechos 8:5-25).
Hechos 8:4-5,
4 Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. 5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.
Los samaritanos reciben el fruto de la palabra sembrada por Jesucristo en su paso anterior por esa ciudad y en su encuentro con la mujer samaritana. ¿No les parece un poco extraño que le ruegan a Jesús que se quede allí con ellos? No puedo ni imaginarme las cosas que enseno y los milagros que hizo allí en Samaria ya que la biblia no nos lo dice.
Jesús fue recibido por los samaritanos y NO por los judíos.
Juan 10:22-32,39,
22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, 23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. 24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. 25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. 27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre uno somos.
31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. 32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
39 Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.
Juan 5:16-18,
16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Marcos 6:1-6,
1 Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. 2 Y llegado el día de reposo comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? 3 ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. 4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. 6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Juan 11:57,
57 Los sacerdotes principales y los fariseos habían ordenado que, si alguien veía a Jesús, fuera a avisarles, pues querían arrestarlo.
Como hemos visto, Samaria recibe la palabra de Dios.
¿Cómo explicamos estos eventos? ¿Pudo haber habido dos tipos de samaritanos?
Así como todo judío que residía en la provincia romana de Judea y practicaba la religión judía en la época de Cristo no era necesariamente un verdadero judaíta, existía una situación similar en Samaria, también territorio romano. El profeta Isaías había dejado claro que, aunque la gran mayoría de las diez tribus de Israel habían sido llevadas en la deportación Asiria, un pequeño y grupo sobreviviría a las deportaciones masivas. Esto es lo que dice:
Isaías 17:6,
Pero quedarán algunas uvas, como cuando se golpea el olivo
y dos o tres aceitunas se quedan en las ramas más altas,
y tal vez cuatro o cinco en todas las ramas del árbol»,
afirma el Señor, el Dios de Israel.
Esto explica la presencia en el Templo Sagrado, en la presentación de Cristo cuando era un bebé, de la anciana profetisa Ana de la tribu de Aser.
Lucas 2:36-38,
36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, 37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. 38 Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
También explica la reacción favorable de algunos samaritanos a Cristo y a la predicación del Evangelio. Algunos de ellos, como el leproso y la mujer junto al pozo de Sicar, aunque eran samaritanos por religión (adoraban en el monte Gerezim) y por designación provincial (vivían en la provincia romana de Samaria), claramente no descendían de la multitud mixta que había sido enviada a ese territorio unos setecientos años antes, sino más bien del pequeño rebaño de verdaderos israelitas que habían escapado de la deportación: las pocas uvas y aceitunas de la profecía de Isaías.
Moisés les ordenó a los israelitas que cuando entraran en la Tierra Prometida, escribieran la Ley en piedras y las colocaran en el monte Ebal, junto con un altar para holocaustos y ofrendas de paz. Luego debía haber una ceremonia de “bendiciones y maldiciones”. La mitad del pueblo debía reunirse en el monte Gerizim y la otra mitad en el monte Ebal para oír la repetición de la Ley. Los del monte Gerizim debían gritar “¡Amén!” cuando se pronunciaran las bendiciones que seguirían si se obedecía la Ley. Los del monte Ebal debían gritar “¡Amén!” cuando se pronunciaran las maldiciones que seguirían si no se obedecía la Ley.
En Jueces 9:1-21, se vuelve a mencionar el monte Gerizim. Jotam, el hijo menor del juez Gedeón, y el único de sus 70 hijos que escapó de la masacre de Abimelec, su hermanastro. Más tarde, sobre el monte Gerizim, predijo la suerte de Abimelec y la de los siquemitas con la ahora famosa parábola de los árboles que ungieron a los espinos como rey sobre ello. Jotam subió al monte Gerizim cuando se enfrentó al pueblo de Siquem por tomar a Abimelec como rey tras la muerte de Gedeón.
Jueces 8:34-35,
34 y se olvidaron del Señor su Dios, que los había rescatado del poder de todos los enemigos que los rodeaban. 35 También dejaron de mostrarse bondadosos con la familia de Yerubaal, es decir, Gedeón, conforme a todo lo bueno que él había hecho por Israel.
Abimelec también era hijo de Gedeón, a través de una concubina siquemita. Abimelec fue a ver a sus parientes de Siquem y les dijo:
Jueces 9:2,
2 Yo os ruego que digáis en oídos de todos los de Siquem: ¿Qué os parece mejor, que os gobiernen setenta hombres, todos los hijos de Jerobaal, o que os gobierne un solo hombre? Acordaos que yo soy hueso vuestro, y carne vuestra.
Abimelec contrató a “hombres ociosos y vagabundos, que le siguieron”.
Jueces 9:3-4,
3 Cuando los hermanos de su madre comunicaron todo esto a los habitantes de Siquén, estos se inclinaron a favor de Abimélec, porque dijeron: «Él es nuestro hermano». 4 Y le dieron setenta siclos[a] de plata del templo de Baal Berit, con lo cual Abimélec contrató a unos maleantes sin escrúpulos para que lo siguieran.
Luego mató a todos los demás hijos de Gedeón, a excepción de Jotam, el más joven, que pudo esconderse. Jotam estaba devastado por el hecho de que la gente de Siquem traicionara a su padre de esa manera. En seguida les explica el crimen contando una historia sobre un zarzal, rey de los árboles. Luego pronunció una maldición sobre cualquiera que fuera desleal a Gedeón conociendo voluntariamente lo acontecido, y que a propósito deshonrara su memoria.
Cientos de años después, el monte Gerizim se convirtió en un lugar sagrado para los samaritanos porque creían que era el lugar que Dios había elegido para construir un templo.
1 Reyes 8:28-29,
28 Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti; 29 que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar.
Esto nos revela que Dios ubicó Su santa morada en el templo de Jerusalén, en el monte de Sión (también llamado monte Moriah o monte del Templo). Los samaritanos creían que el monte Gerizim era el lugar donde se le pidió a Abraham que sacrificara a Isaac, aunque nuestras Escrituras registran ese lugar como el monte Moriah.
Génesis 22:1-2,
1 Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
También creían que era el lugar donde Jacob tuvo su sueño, y no en Betel, más al sur (Génesis 28:10-22). Y creían que era el lugar donde Dios puso Su santa morada en el tabernáculo, y no en el lugar más al sur, en Silo, como se registra en Jeremías 7:12.
12 Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.
En su conversación con el Señor Jesús, la mujer de Samaria dejó muy clara su linaje racial, porque le dijo a Jesús: “¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?”(Juan 4:12).
De hecho, afirmó ser descendiente de Jacob-Israel. Además, su propia vida era un símbolo de la experiencia de la mujer Israel, pues el Señor Jesús le dijo: 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. (Juan 4: 18).
Por seguro, Israel había tenido cinco maridos.
El primero marido y con quien se casó en el monte Sinaí fue:
1. DIOS TODOPODEROSO.
Luego Israel sirvió a la siguiente sucesión de imperios extranjeros de los que se habla en la profecía como sus amantes:
2. ASIRIA
3. BABILONIA
4. MEDO-PERSIA
5. GRECIA – Y el sexto a quien sirvió en el tiempo de Cristo fue:
6. ROMA PAGANA
Dios le concede el divorcio a Israel por sus adulterios.
Isaías 50:1,
Así dice el Señor: ¿Dónde está esa carta de divorcio con la que repudié a vuestra madre? ¿O a cuál de mis acreedores os vendí? He aquí, por vuestras iniquidades fuisteis vendidos, y por vuestras transgresiones fue repudiada vuestra madre.
Jesús vino para cancelar su carta de divorcio, y para redimirlos y traerlos nuevamente a la relación de pacto mediante Su muerte expiatoria.
Romanos 7:2,
Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras este vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.
Así vemos revelada la verdadera identidad de los diversos tipos de samaritanos; y en el ministerio de nuestro Señor y Sus Apóstoles, vemos el cumplimiento de las palabras registradas por el profeta Amós del Antiguo Testamento:
Amos 9:9,
9 Porque he aquí yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y no cae un granito en la tierra.