Su Fundamento

JESÚS Y LA MUJER JUNTO AL POZO DE JACOB

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la historia del encuentro de Jesús con la mujer de Samaria junto al pozo de Jacob y la conversación que hubo entre ellos. Esto está registrado en el Evangelio de Juan 4:1-30,

4 Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. 4 Y le era necesario pasar por Samaria. 5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.

7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.

16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. 25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? 30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.

Quizás piense que esto simplemente es una historia interesante, aunque ni siquiera sepamos el nombre de la mujer. Sin embargo, aquí hay verdades espirituales que pueden ayudarnos a entender mejor nuestras creencias cristianas con mayor claridad.

Parte de esta conversación es geográfica; porque en el versículo 20 la mujer menciona que los padres hebreos adoraron en el lugar exacto donde hablaban. Luego ella le recuerda a Jesús que Él recién acaba de decirle que los hombres deberían adorar en Jerusalén. Me imagino que en ese momento ella estaba obviamente confundida, y Jesús continúa a esclarecer que vendría el tiempo en que los hombres no adorarían en un lugar en particular, sino que, en cambio, adorarían en espíritu y en verdad. Su siguiente declaración ha causado mucha confusión incluso hasta el día de hoy.

“Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.” (versículo 22)

La mayoría de los cristianos han aceptado estas palabras sin pensarlo mucho; muchos creen y promueven la idea que debemos recurrir o inquirir a los judíos para ser salvos. ¿Cómo puede ser así cuando fueron ellos quienes rechazaron a nuestro Salvador? Si estoy informado, pienso que los judíos no se han convertido en más de dos mil años. Aún hoy en día esperan la primera Venida del Mesías. Fueron ellos quienes exigieron su muerte y exclamaron: “su sangre sea sobre nosotros.”

Mateo 27:25,

25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.

Entonces todo el pueblo respondió y dijo: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

Y nuevamente gritaron fuertemente, rechazándolo como rey y reconociendo a Cesar como su verdadero y único rey.

Juan 19:15,

15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.Pero ellos clamaron: ¡Fuera con él, fuera con él, crucifícale! Pilato les dijo: ¿Crucificaré a vuestro Rey? Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos más rey que César.

¡Una rechazo definitivo y total, si alguna vez la hubo!

¿Cómo entonces podemos pensar a recurrir a ellos para la salvación? ¿Podría ser que en este pasaje la traducción de la Biblia King James y otras estén erróneas? Varias otras Biblias, dicho sea de paso, tienen términos muy similares.

En vista de lo que hemos visto en este pasaje, y de los hechos señalados, que los judíos querían ser acusados por la muerte del Salvador, vemos algo más en el fondo del texto que es digno de mencionar; y es que ellos estaban tan seguros de que Jesús era totalmente culpable de blasfemia, y clamaron con soberbia que su culpabilidad de sangre pasara a las generaciones futuras, por eso “su sangre sea sobre nosotros y nuestros hijos”. Siendo esto así, ¿cómo es posible acudir o creer en ellos para salvación?

Al comparar varias traducciones del texto, sólo hay una que aclara las palabras de nuestro Señor. Esto está en la Biblia de Ferrar Fenton, publicada por primera vez en 1903. El versículo 22 se traduce así:

“vosotros rindáis homenaje sin conocimiento: porque la salvación viene de entre los judíos”.

Esto tiene mucho más sentido, porque lo que Jesús le dijo a la mujer samaritana fue que Él era esa salvación; obviamente no pudieron haber sido las personas que lo mataron. La confirmación que ésta es la comprensión correcta del texto se encuentra en Juan 4:25-26;

“La mujer le dijo: Sé que viene el Mesías, el cual se llama el Cristo; cuando él venga, nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy el que habla contigo.”

El pueblo de ese entonces sabía que eran “descendientes” de Abraham y estaban muy sumergidos en la Ley y los Profetas, pero había un problema, eran ciegos, no reconocían a Jesús como el Mesías. No comprendieron que Él había cumplido todo lo que los Profetas habían escrito acerca de Él. Sólo puede haber una razón: que su entendimiento se había embotado para que no supieran la verdad.

Pablo confirma que esto es así en Romanos 11:25;

25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes acerca de vosotros mismos; que la ceguedad en parte aconteció en Israel, para que entre tanto entrara la plenitud de los gentiles;

Esta ceguera sobre la casa del sur de Judá fue causada por la intervención de Jehová. Podemos preguntarnos ¿por qué? Jeremías, escribiendo en el año 629 a. C., nos da la respuesta en el capítulo 3. Cuatro veces el Espíritu Santo le reveló que Judá sería castigado por su traición. Es interesante señalar que la Casa del Norte o las10 tribus de Israel, también sufrieron de ceguera parcial, ya que han perdido el rastro total de su linaje. La razón se encuentra en el mismo texto. Se les conoce como “reincidentes”. Esta situación continuará hasta el momento en que las naciones paganas-gentiles entren en el reino. En ese momento “Todo Israel”, es decir, las Casas del Norte y del Sur, serán salvas. (Ezequiel capitulo 37) Este maravilloso evento tendrá lugar cuando Jesús, el Cristo, Rey de Reyes y Señor de Señores, regrese para establecer Su Reino.

Romanos 11:26,

y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad.

¡Que ese día llegue pronto!

Sin embargo, aún no hemos terminado con las dificultades que las palabras de nuestro Señor han causado en particular a los cristianos; bueno, no sólo los cristianos, ya que el mundo entero está confundido acerca de la identidad de los judíos y su papel en los asuntos mundiales.

Algunos de los que leen esto, pueden estar de acuerdo que Jesús no dijo que debemos buscar la salvación en los judíos o que ellos no son el medio de la salvación. Espero que esté de acuerdo en lo que Jesús le dijo a la mujer: Él era la salvación. ¿A quién se le ocurre pensar que los judíos podrían ser la fuente de la salvación del mundo? Parece que no han leído las escrituras. 

Puede pensar que, como Jesús era judío, y lo que dijo, sigue siendo correcto. Muchos se refieren a él como: Jesús el Mesías Judío. ¿No nos han instruido desde nuestros inicios en el evangelio creer que Jesús era judío? Claro que sí. Incluso la mujer junto al pozo pensó que era así. El Espíritu Santo dice lo siguiente en Juan 1:11;

11 A lo que era suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Aquí, hay evidencia irrebatible que Jesús era un judío, ¿o no? A veces es necesario aclarar nuestras mentes de lo que nos han enseñado a creer y comenzar de nuevo. Quizás sea inevitable eliminar ideas preconcebidas y pedirle con toda humildad al Espíritu Santo que nos enseñe. 

Quizás le resulte difícil aceptar la siguiente afirmación, es decir, que, si Jesús era un judío, no podría ser divino. Y como cristianos entendemos que María era una virgen, porque así lo dice el libro de Isaías 7:14,

14 Por tanto, el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel.

Es evidente que José no era su padre natural. Entre tanto necesitamos saber quién provee la sangre al bebé en crecimiento en el útero. ¿Es la madre? Por supuesto que ella suministra el alimento y todo lo necesario para formar un bebé completo, a través de la placenta, pero el suministro de sangre de la madre y el del bebé están bastante separados. El padre suministra los componentes básicos de la sangre del bebé, hoy en día le llaman genética.

Lucas 1:35,

35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá (Lit., lo santo engendrado) será llamado Hijo de Dios.

“Cubrirá” proviene del griego EPISKIAZO, que significa “envolver en una neblina de brillo” y, en sentido figurado, “investir con una influencia sobrenatural”.

ἐπισκιάζω episkiázō, ep-ee-skee-ad’-zo; de G1909 y un derivado de G4639 ; “proyectar una sombra”, es decir (por analogía) envolver en una neblina de brillo; figuradamente, investir con influencia sobrenatural:—ensombrecer.

Como María no suministró la sangre de Jesús, debemos concluir que fue suministrada por Dios Padre. Su sangre era, por tanto, divina, no humana. De nuevo, no podía ser de otra manera, porque la sangre humana había estado contaminada desde el momento de la caída del hombre en el Edén. Si José era su padre natural, entonces no tiene sentido que Jesús derramase su sangre para la redención del hombre ya que esa sangre era puramente una sangre humana y contaminada, corrompida.

Nuevamente, no sería posible que el Señor cumpliera los requisitos de la Pascua, si su sangre era humana. 

Pedro confirma esto en 1 Pedro 1:18-19;

18 Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata,

 19 sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.

Pablo dice, en Hebreos 9:14;

14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

Estos dos textos sostienen su propio testimonio del hecho que la preciosa sangre de nuestro Salvador era divina y no humana. Para comprender el misterio de la Encarnación, podemos desglosarlo de la siguiente manera:

El cuerpo de Jesús, carne, huesos y órganos, fueron proveídos por María y por lo tanto eran humanos. Su espíritu también era humano.

Las Escrituras nos dicen que Él “crecía en sabiduría” – 

Lucas 2:52,

52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

Si Su espíritu era divino, no podría crecer más. Inmediatamente antes de Su muerte en la cruz, clamó “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” – Lucas 23:46 – Estas palabras fueron en cumplimiento del Salmo 31:5- “En tu mano encomiendo mi espíritu: “Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de la verdad”. Si Su espíritu fuera divino, no necesitaría ser redimido).

Su sangre era de Su Padre, y por lo tanto divina. Su naturaleza era divina y Su naturaleza humana era la naturaleza de la humanidad antes de la Caída, por lo tanto, era una naturaleza perfecta.

En el Antiguo Testamento en el Día de la Expiación tomaban la sangre y el Sumo Sacerdote caminaba por tres áreas. Por la puerta, al atrio exterior, a través de la puerta, al Lugar Santo, y a través del velo, al Lugar Santísimo. En la tercera parte o en el Lugar Santísimo, sólo era una vez al año, en el Día de la Expiación que se rociaba la sangre sobre el propiciatorio. El registro se encuentra en Levítico capítulo 16, versículos 2 al 19, y también más adelante en el mismo capítulo. Cuenta todo al respecto, puede leerlo en detalle. Pero ocurría algo interesante: antes de que el Sumo Sacerdote pudiera entrar allí, antes de que pudiera entrar a rociar la sangre al pueblo, primero tenía que hacer una purificación  por sí mismo porque él también era un pecador.

Levítico 16:11-14,

11 Y hará traer Aarón el becerro que era para expiación suya, y hará la reconciliación por sí y por su casa, y degollará en expiación el becerro que es suyo. 12 Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo. 13 Y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no muera. 14 Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre.

El Sumo Sacerdote tenía que pasar por todos los requisitos de la ley para la purificación de sí mismo, y luego expiar sus propios pecados, rociando la sangre allí, luego podía regresar y asegurarse de la plena expiación del pueblo; y una vez dentro, tenía que hacer su obra y salir. 

Levítico 16:15-17,

15 Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. 16 Así purificará el santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y de todos sus pecados; de la misma manera hará también al tabernáculo de reunión, el cual reside entre ellos en medio de sus impurezas. 

17 Ningún hombre estará en el tabernáculo de reunión cuando él entre a hacer la expiación en el santuario, hasta que él salga, y haya hecho la expiación por sí, por su casa y por toda la congregación de Israel.

Si permanecía después del tiempo del Día de la Expiación, moriría, ya que era simplemente un pecador y no tenía ningún derecho a la presencia de Dios, excepto que por la gracia de Dios una vez al año podía entrar al Lugar Santísimo donde habitó La gloria shekinah de Dios.

Levítico 16:18-19,

18 Y saldrá al altar que está delante de Jehová, y lo expiará, y tomará de la sangre del becerro y de la sangre del macho cabrío, y la pondrá sobre los cuernos del altar alrededor. 19 Y esparcirá sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel. 20 Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo; 21 y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. 22 Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir al macho cabrío por el desierto.

29 Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. 

30 Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová.

33 Y hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación. 34 Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel. Y Moisés lo hizo como Jehová le mandó.

Pero Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, que pasó, no por el templo ni por el tabernáculo sino por los cielos mismos, ahora intercede por nosotros. Él hizo una expiación perfecta por todos los pecados de todos los tiempos. Todos los sacrificios anteriores no fueron más que imágenes de ese sacrificio perfecto. El Cristo ascendido y resucitado pasó más allá de los cielos hasta la morada de Dios, y cuando llegó, roció Su sangre sobre ese divino, eterno y celestial propiciatorio. Dios dijo: “Estoy satisfecho para siempre”.

Hebreos 12:24, 

“y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejores cosas que la de Abel”. 

Jesucristo roció su sangre de una manera perfecta, más que la de cualquier hombre mortal, incluso mucho más que el asombroso sacrificio de Abel, que agradó a Dios. ¡Cuánto más agradó a Dios la ofrenda de Jesús!

1 Pedro 1:2,

2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

En el libro de los Hebreos se exaltan las perfecciones de nuestro Sumo Sacerdote. Permítanme mostrarles lo que dice acerca de Él, y acerca de Su sacerdocio: 

Hebreos 7:25,

25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos. Ese es un gran sumo sacerdote.

Hebreos 8:1, 

Ahora bien, el punto principal de lo que se ha dicho es este: tenemos tal Sumo Sacerdote, el cual se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 

“El resumen de todo lo que hemos hablado es éste” – aquí está la clave de todo el libro – “Tenemos tal sumo sacerdote”.Eso se encuentra incluso en la lengua vernácula judía. “Está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”.

Hebreos 9:12,

12 y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna. 

13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?

¿No puede ver cuán superior es el sacrificio de Cristo? Si los sacrificios terrenales alcanzaron algo, ¿qué debió haber hecho el suyo?

Hebreos 9: 24, 

“Porque Cristo no entró en el Lugar Santo hecho de manos”, – Él no es como aquellos antiguos sacerdotes que iban a la tienda o el tabernáculo – que solamente era una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros,

Dios ha ordenado que la sangre sea la que expíe el pecado. La muerte de un individuo, es la paga del pecado, y eso, es muerte, por lo tanto, la muerte y el sacrificio de la vida es la expiación por el pecado, ese es el patrón de la expiación. La Biblia dice en el libro de Hebreos que la remisión del pecado se basa en el derramamiento de sangre. Y así, Jesucristo derramó Su sangre por nosotros para que Dios pudiera quedar satisfecho al pagar el precio por nuestro pecado; y nosotros por fe en Él encontramos que el sacrificio cubre nuestro pecado. Y así, Jesucristo entró al cielo, no a ningún tabernáculo terrenal.

Hebreos 10:12, 

12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 

11 Y ciertamente todo sacerdote está de pie, día tras día, ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12pero éste, después de haber ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios”.

Hebreos 12:2, 

“Después de sufrir la cruz, menospreciando el oprobio, se sentó a la diestra del trono de Dios”.

No era como los antiguos sacerdotes que tenían que salir y no podían volver a la presencia de Dios durante un año. Jesús permanece allí y sigue intercediendo por nosotros. 

Más adelante en el libro de los Hebreos, vemos la ratificación en el antiguo pacto mediante la sangre de animales y la ratificación del nuevo pacto mediante la muerte y sangre de Cristo. Y luego indica también al final del versículo que roció no sólo el libro sino a todo el pueblo. Y en Éxodo 24 vemos que roció el altar y al pueblo. Así roció, el altar, el libro y al pueblo. Es por Su muerte que somos redimidos. El derramamiento de sangre es sólo la imagen de Su muerte.

Hebreos 9:20,

20 “Moisés dijo: Esta es la sangre del testamento” – o el pacto – “que Dios os ha mandado”.

Y así, siempre en la ratificación de un pacto se derramaba sangre, porque en cada pacto que Dios hizo con el hombre, Él sabía que habría violación – el pecado, y ese pecado sólo puede ser anulado por la muerte. Por lo tanto, inicialmente, Dios mostró la importancia de un sistema de sacrificios al convertirlo en la ratificación inicial de un pacto.

Jesús en la mesa con los discípulos esa noche antes de Su muerte tomó la copa y dijo: 

Mateo 26:28,

28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

“Esta es Mi sangre de” – ¿qué? – “nuevo pacto, que por vosotros es derramado”. Y allí estaba Jesús simplemente tomando el capítulo 24 de Éxodo. Él iba a ser el ratificador del nuevo pacto, y sería a través de Su sangre.

El derramamiento de la sangre de Jesucristo, su muerte expiatoria, es la señal que confirma el nuevo pacto. Y así, la sangre fue una señal de ambos pactos, el punto del escritor está muy bien expresado. ¿Por qué Jesús tuvo que morir? Número uno: tenía voluntad de dar y tuvo que morir para liberar su voluntad. Número dos: Siempre, el perdón se basa en la sangre. Un pacto se ratifica con sangre, y Jesús trajo un nuevo pacto con el perdón, por eso tuvo que morir.

Ezequiel 18:20,

20 El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.

Hebreos 9:22,

22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

Ahora hubo algunas excepciones. Me alegra que la palabra “casi” esté ahí o tendríamos un gran problema, porque en el Antiguo Testamento; a los israelitas muy pobres que realmente no podían reunir los recursos para comprar un animal y no tenían uno disponible, se les permitía traer una décima parte de un efa de harina fina y debían traerla como ofrenda por el pecado. Si eran tan pobres que no pudieran ni siquiera permitirse un par de tórtolas o palomas, podrían traerlas. Por eso dice: Casi todo es purificado, las excepciones fueron muy raras. Sin derramamiento de sangre no había perdón.

Levítico 17:11,

11 Porque la vida (nephesh) de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida (alma), la que hace expiación.

Vida-Alma: nephesh, neh’-fesh; de H5314 ; alma, yo, vida, criatura, persona, apetito, mente, ser vivo, deseo, emoción, pasión, aquello que respira, la sustancia o ser que respira, el alma, el ser interior del hombre, ser viviente, ser vivo (con vida en la sangre) el hombre mismo, yo, persona o individuo, asiento de los apetitos, asiento de emociones y pasiones, actividad de la mente, actividad de la voluntad.

No hay algo más que pueda expiar el pecado sino el derramamiento de sangre, salvo la muerte de alguien. No puede entrar en la presencia de Dios siendo bueno. No puede entrar a la presencia de Dios siendo un buen ciudadano. No puede entrar en la presencia de Dios por ser religioso. No se puede entrar en la presencia de Dios por leer la Biblia, ir a la iglesia, ser miembro o teniendo terapias y buenos pensamientos acerca de Dios. La única manera de entrar a la presencia de Dios y participar en el nuevo pacto es mediante la muerte de Jesucristo, su fe y creencia en Su sangre derramada en la cruz por usted Esa es la única manera. Ese es el único acceso. Dios establece las reglas: “El alma que pecare, esa morirá”.

Romanos 3:22,

22 la justicia, digo, de Dios por la fe de Jesús el Cristo, para todos y sobre todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,

Tenga en cuenta que el apóstol Pablo aquí no se refiere a la fe en Cristo, sino a la fe de Cristo. Tampoco se refiere a lo que Cristo creyó, sino a su dignidad de ser creído, a su fidelidad, a su confiabilidad. Siete veces en las epístolas de Pablo se refiere a “la fe de Cristo” y cada vez su propósito es enfatizar el mérito de nuestro Señor de nuestra completa confianza. Que no se refiere a nuestra fe en Cristo es evidente en la superficie en cada caso. En el pasaje anterior declara que la justicia de Dios, que es “por la fe de Cristo”, se confiere “a todos los que creen”.

Juan 17:19,

19 Y por ellos yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad.

La sangre del pacto era sagrada. Fue la sangre derramada en la cruz por Jesucristo. Por esa sangre derramada, Cristo fue santificado para Dios como el sacrificio perfecto. Recuerde, Él entró en el Lugar Santísimo, y habiendo llevado allí el sacrificio perfecto, derramando Su sangre, entró en el Lugar Santísimo, tal como lo hacían los previos sacerdotes, y roció la sangre sobre el propiciatorio: Cristo llevando Su sangre, por así decirlo, y finalizar ese gran sacrificio, y establecer el nuevo pacto. Así fue sellado con sangre el Nuevo Pacto. Y pensar que hay hombres que consideran esa sangre común y corriente… como la sangre de un simple mortal. 

Tenga en cuenta que cuando hablo que Cristo roció Su sangre sobre el propiciatorio, no estoy diciendo que literalmente roció Su sangre física sobre algún objeto físico en los cielos. Creo que el escritor habla en un sentido simbólico. Es una ilustración que representa el efecto expiatorio de la muerte de Cristo en la cruz. Su muerte fue anunciada en la acción del sumo sacerdote rociando sangre sobre el propiciatorio en la era del Antiguo Testamento. Cristo se ofreció al Padre como sacrificio por el pecado. En ese sentido, cumplió el cuadro rociando con su sangre sobre el propiciatorio.

Apocalipsis 1:5, 

5Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su propia sangre”. 

Cuando Jesús pagó el precio por el pecado derramando Su sangre, esa sangre se convirtió en un agente limpiador y lavó nuestros pecados. Fue la entrega de Su vida (alma) que pagó la pena por el pecado; y la entrega de Su vida (alma) fue simbolizada en el derramamiento de Su sangre.

Isaías 53:12,

12Por tanto, yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos, porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue contado, llevando Él el pecado de muchos, e intercediendo por los transgresores.

Esta gran verdad fue comprendida por los Reformadores, por eso al formular los 39 Artículos de Religión, los establecieron en el Artículo 2:

“El Hijo, que es el Verbo del Padre, Dios mismo y eterno de una sola sustancia con el Padre, tomó la naturaleza de hombre en el seno de la bienaventurada Virgen, de su sustancia: de modo que dos naturalezas enteras y perfectas, es decir, digamos, la Deidad y la Humanidad, estaban unidas en una Persona, para nunca ser divididas, de la cual es un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre; quien verdaderamente sufrió, fue crucificado, muerto y sepultado, para reconciliar a su Padre con nosotros, y para ser sacrificio, no sólo por la culpa original, sino también por todos los pecados actuales del hombre”.

Antes de cerrar, no debemos perder de vista a Juan 1:11;

11A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Usualmente se lee incorrectamente: “A los SUYOS vino”. No vino a los suyos, sino a LO SUYO. Los suyos, no le recibieron.

 ¿Cómo entendemos este texto si Jesús no era judío? Algunos dirán que el primer versículo del Evangelio de Mateo nos dice claramente que Jesús era un judío. Veamos el versículo 16;

16 Y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.

Si creemos que el nacimiento de Jesús fue por medio de una virgen, entonces esta genealogía no tiene relación con “Cristo”. Note la redacción: “marido de María”, no el padre de Jesús. Este es el registro oficial del nacimiento de Jesús en nombre de su padre adoptivo.

En el sentido más amplio, podríamos decir que Él vino a los suyos, porque vino a la tierra en un cuerpo humano y llegó a ser inferior a los ángeles. 

Hebreos 2:7,

7Le has hecho un poco inferior a los Ángeles; le has coronado de gloria y honor, y le has puesto sobre las obras de tus manos. (Algunos manuscritos antiguos no incluyen: y.…manos).

En otro sentido, Él también vino a su propio pueblo, porque su madre humana, María, era de la tribu de Judá, del linaje de David. A través de ella Él tiene el derecho de tomar el Trono de David en Su Segunda Venida. José, su padre adoptivo, aunque también era del linaje de David, era de una rama que estaba excluida del trono a través de una prohibición familiar.

En la narración de Lucas sobre el nacimiento de Jesús, se nos da la genealogía de María (Lucas 3:23–38). Probablemente la mejor manera de interpretar el versículo 23 es así: Jesús “se creía era hijo de José, yerno de Elí”. Luego la genealogía continúa hasta David, Abraham y Adán. Esto establece a María como la descendiente física de David, por lo que se puede afirmar que Jesús verdaderamente era “el Hijo de David” a través del linaje de Natán, el hijo de David.

La genealogía de Jesús en Mateo (Mateo 1:1-16), desde la perspectiva de José, también es importante porque demuestra claramente el derecho legal de Jesús al trono de David. Según el judaísmo, Jesús, como hijo adoptivo de José, tendría todos los derechos legales de un heredero biológico. José descendió de David a través de Salomón, y ese fue el linaje elegido por David para que alguien fuera considerado rey. Por lo tanto, el Señor Jesús era el hijo de David por descendencia biológica a través de María y el rey de Israel por derecho legal a través de José.

Lo sorprendente de todo esto es que Dios había maldecido el linaje de Salomón para que ningún descendiente físico suyo pudiera ser nombrado rey. 

Jeremías 22:30 dice de Conías: “Registra a este hombre como sin hijos. . . Ninguno de sus descendientes logrará sentarse en el trono de David ni gobernar de nuevo en Judá.

28 ¿Es este hombre Conías una vasija despreciada y quebrada? ¿Es un trasto que nadie estima? ¿Por qué fueron arrojados él y su generación, y echados a tierra que no habían conocido? 29 ¡Tierra, tierra, tierra!, oye palabra de Jehová. 30 Así ha dicho Jehová: Escribid lo que sucederá a este hombre privado de descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su vida; porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David, ni reinar sobre Judá.

Sólo un descendiente de Salomón podía ser rey, pero esta línea estaba maldita. Por tanto, sólo Jesús pudo cumplir el pacto davídico. Jesús tenía el derecho legal de ser rey a través de su padre adoptivo José, pero, debido a que nació de la virgen María, la maldición sobre Conías no se aplicaba a él. En cambio, Él era el hijo de David a través de Su madre María. Ambas genealogías son importantes para establecer al Señor Jesús como el verdadero rey davídico.

Tanto José como María eran de la familia de David, por lo tanto, es correcto decir que Jesús nació en la familia de David, pero eso no lo convierte en judío.

Nuestro maravilloso Salvador, el Señor Jesucristo, está mucho más allá de los confines de la raza humana y de los linajes corruptibles. Él es Eterno, desde la eternidad hasta la eternidad.

Si lo que hemos visto ha cortado algunas de sus creencias anteriores, no lo descarte a la ligera. Ore a Dios que lo guíe, por conocimiento y sabiduría; forme su propio estudio. Sólo así podrá profundizar su conocimiento en aquellas cosas que realmente importan en la vida.

Print Friendly, PDF & Email

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.