Su Fundamento

Introducción y Repaso de la Historia de las Parábolas – Parte 4

LA CAUTIVIDAD DE JUDÁ – JERUSALEN

Nabucodonosor, Rey de Babilonia invade Palestina, esta vez toma la ciudad de Jerusalén y lleva a sus moradores al cautiverio Babilónico. Y esto lo veremos en la Parábola de los higos buenos e higos malos.

El Valle de Huesos Secos y Los Dos Palos o Varas

El profeta Ezequiel 37 profetiza acerca de la restauración o resurrección de la casa de Israel que incluye a las 13 tribus (con Leví). El versículo 10 dice:

10 Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies, un ejército grande en extremo.

Esta es la misma resurrección nacional de Israel profetizada por Oseas, en donde indica que nos resucitará al tercer día.

Oseas 6:2,

2 Nos dará vida después de dos días; al tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.

El hecho que Jesús cumpliera esta profecía de su resurrección no impide de ninguna manera que también se cumpla a escala nacional en un momento posterior. De hecho, la resurrección personal de Jesús prueba el cumplimiento de una resurrección colectiva, pues la primera estableció la segunda. Pablo lo subraya en su comentario sobre la resurrección en 1 Corintios capítulo 15, mostrando que la resurrección de Jesús establece el hecho de que también nosotros seremos resucitados. La resurrección de Jesús, es nuestro modelo de resurrección, ya que simboliza cómo seremos levantados como el cuerpo colectivo de creyentes o el cuerpo de Cristo.

1 Corintios 15:35,

35 Pero alguno dirá: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Y con qué clase de cuerpo vienen?

Como la resurrección de un cuerpo reunido está formada por muchos individuos, es evidente que la resurrección nacional de Israel consiste simplemente en un número mayor de individuos que han de entrar en este tipo de cuerpo sin limitaciones. El ADN físico de una persona, ya no es relevante. La resurrección nivela el campo de juego y es el gran ecualizador. El hecho de que una persona, ya sea de color negro, blanco, moreno o de algún otro color no es relevante, y no es el factor definitivo para una resurrección, todo eso quedó atrás olvidado, y escrito por el nuevo hombre de quien son todas las cosas y nosotros de él y por él. 

Sin embargo, un asunto más urgente es cómo somos aptos para esa resurrección. ¿Es la genealogía física un requisito? Obviamente que no, porque Dios juzgó a la casa de Israel y los despojó del nombre de Israel cuando los envió al cautiverio asirio (745-721 a. C.). Israel murió bajo el Antiguo Pacto y sólo puede ser resucitado como una nueva nación bajo el Nuevo Pacto. La nueva nación será compuesta solamente de creyentes. Desde el cautiverio asirio, la mayoría de estos ex-israelitas han sido incrédulos, tanto antes como después de la cruz. Vivieron y murieron sin fe en la obra que Jesús hizo en la cruz. La mayoría de ellos tendrán que experimentar el juicio ante el Gran Trono Blanco. Al final, todos creerán, y por esta razón, “todo Israel será salvo”.

Romanos 11:26,

26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito:

Vendrá de Sion el Libertador,

Que apartará de Jacob la impiedad.

Pero nadie será salvo HASTA que haya calificado al pasar por la Puerta, la Roca de nuestra salvación, el Gran Pastor de las ovejas, Jesucristo. Dios no permitirá que ningún incrédulo entre en el Reino.

Juan 10:1,9;

1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador.

9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

Ezequiel 37:1-6,

1 La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. 2 Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. 3 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? 

La mano de Jehová vino sobre mí: La notable experiencia profética de Ezequiel no se llama específicamente una visión. Consideramos lo que sigue como algo que Ezequiel vio como una visión, no con su sentido físico de la vista. La mención de la mano del Señor indica algo profético e inspiración. Ezequiel fue sacado a la luz en el Espíritu del Señor, es decir, en visión, y colocado en el valle.

En medio del campo lleno de huesos, Ezequiel vio una gran extensión, un valle. Este era verdaderamente el Valle de la Muerte; el suelo del valle estaba tan denso con huesos humanos que es descrito como lleno de huesos. Ezequiel los vio por todas partes, observando que había muchísimos a través del valle.

Las personas representadas por estos huesos no sólo estaban muertas, sino que también habían caído en desgracia.  Aparte de su presencia en un cuerpo vivo, los huesos están muertos. Los huesos secos no sólo están muertos; han estado muertos por mucho tiempo. Si algo nunca hubiera tenido vida, no dejaría huesos. Sin embargo, cuando algo ha estado muerto por tanto tiempo, perdemos la esperanza de que vuelva a vivir.

Después de que el profeta tiene tiempo para observar la escena, el Señor le pregunta a Ezequiel:

3 Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? (Ezequiel 37:3)

Pero mientras Ezequiel camina por el valle, ve cada vez más huesos secos esparcidos por todas partes. Sabe que no tiene suficiente fe para creer que la vida puede fluir nuevamente en ellos.

Mentirle a Dios y fingir una fe que no tiene sería estúpido. El Señor conoce sus pensamientos más íntimos. Decirle a Dios que no crees que Él sea capaz de hacer milagros es una respuesta honesta, pero un insulto.

Ezequiel responde a la pregunta “¿Crees?” de la mejor manera que pudo hacerlo:

Ezequiel 37:2-3,

2 Vi muchos huesos en el suelo del valle, huesos muy secos.

3 Me preguntó: «Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos?»

Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.

Ezequiel 37:3-6,

4 Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.

 Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.

Ezequiel capitulo 37 habla de la resurrección de la casa Israel de un “valle de huesos secos”. El versículo 11 interpreta esto diciendo: Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel”.

En esta visión profética, los dos palos, Judá y José serian reunidos, ya no serían dos naciones separadas, ni dos reinos distintos. 

Ezequiel 37:22,

22 y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos.

Este trascendental y maravilloso evento de la unión de las dos casas de Israel, es algo desconocido para muchos o mal interpretado por la mayoría, está profetizado en el versículo 24,

24 “Y mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en mis ordenanzas, y guardarán mis estatutos, y los pondrán por obra.”

En otras palabras, serán verdaderos cristianos, seguidores de “David” (Cristo, el “Hijo de David”). También recibirán un “Pacto de Paz” que es, por supuesto, el Nuevo Pacto. De modo que todo aquel que NO sea un verdadero creyente cristiano no será ciudadano de esta nueva nación o reino.

Obviamente, no está hablando del Estado judío, que desde hace dos mil años ha rechazado a Cristo y también han rechazado el Nuevo Pacto. Es muy claro, su deseo no es la paz, porque vinieron a Palestina para conquistar tierras, no para establecer la paz. Toda conversación sobre una futura conversión a Jesucristo aún está por demostrarse en un sentido u otro, pero de ninguna manera se puede afirmar que ese pasaje se cumplió en 1948. 

Ezequiel dice que las dos varas o palos se unirán: Judá y José 

Ezequiel 37:16, 

16 Y tú, hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella: «Para Judá y para los hijos de Israel, sus compañeros». Toma luego otra vara y escribe en ella: Para José, vara de Efraín, y para toda la casa de Israel, sus compañeros.

El derecho de la herencia fue dividido en dos: La Primogenitura y el Cetro.

José era el heredero o poseedor de la primogenitura.

1 Crónicas 5:1-2,

1 Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito; 2 bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; mas el derecho de primogenitura fue de José);

El Cetro le pertenecía a Judá 

Génesis 49:10, 

10 No será quitado el cetro de Judá, y el legislador de entre sus pies, hasta que venga SILOH; y a él se congregarán los pueblos.

Cuando la nación se dividió en dos después de la muerte de Salomón, las tribus del norte retuvieron el nombre de Israel, porque ese nombre había sido dado a los hijos de José (Génesis 48:16), no a Judá.  

16 el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, (Israel) y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra.

Israel era el nombre de la primogenitura. Por lo tanto, en la división, Judá no tenía el derecho legítimo de llamarse Israel, sino que tuvo que conformarse con el nombre de la tribu dominante: Judá, o la casa de Judá.

Después de pasar del tiempo, y la continua desobediencia e idolatría, Dios somete a cautividad a ambas naciones por su pecado, los israelitas fueron dispersos y muchos llevados a Asiria, mientras que los judíos fueron llevados a Babilonia. Los judíos regresaron 70 años después; los israelitas no lo hicieron, ni podían hacerlo, porque Dios se había divorciado de ellos y los había echado de Su casa 

Jeremías 3:8, 

Y vi que a causa de todos los adulterios de la infiel Israel, yo la había despedido, dándole carta de divorcio; con todo, su pérfida hermana Judá no tuvo temor, sino que ella también fue y se hizo ramera.

Aunque la hipócrita Judá era peor que Israel, Dios no podía divorciarse de Judá, porque Jesús aún no había nacido de Judá, y no podía nacer ilegítimamente, fuera de una relación matrimonial nacional entre Dios y Judá.

Jeremías 3:11,

11 Y me dijo Jehová: Ha resultado justa la rebelde Israel en comparación con la desleal Judá.

No creo que ocurra una conversión judía, porque la profecía indica lo contrario. Y, por supuesto, los judíos no representan genealógicamente a la casa de Israel (José), independientemente de cómo ellos piensan y hayan llamado a su nación.

El cautiverio en Babilonia resultó ser más largo de lo esperado. Las profecías de Daniel muestran que Babilonia en sí misma fue sólo la primera fase del cautiverio. Fue la fase del yugo de hierro del cautiverio, donde el pueblo fue sacado de la tierra y llevado a Babilonia. Después de 70 años, el cautiverio no terminó, pero se redujo la opresión bajo Persia a un yugo de madera, donde se le permite al pueblo permanecer en su propia tierra bajo la autoridad persa.

Después de Persia, fueron gobernados por Grecia y, más tarde, por Roma. Cuando nació Jesús, muchos de los judíos se habían convertido de nuevo en “higos malos”. Molestos por la opresión romana, se quejaban constantemente de sus nuevos amos romanos, y seguían a falsos mesías que afirmaban tener el llamado a derrocar a los romanos. Ninguno tuvo éxito, pero sí provocó que los romanos los oprimieran aún más. Persiguieron continuamente a Jesús, persiguieron a los apóstoles y ultimadamente a la iglesia cristiana.

1 Tesalonicenses 2:14,

14 Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos,

Sin embargo, había dos tipos de judíos: unos buenos y otros malos. Estos fueron representados en Jeremías 24 como dos canastas de higos. Los buenos eran aquellos que se sometieron al juicio divino y se sometieron al cautiverio; los malos se quejaron y pelearon contra los reyes que habían sido designados por Dios para gobernarlos como parte del juicio divino.

Estos dos tipos de “higos” también se ven en el Nuevo Testamento. Jesús era un higo bueno, porque era el Mesías que indisputablemente se sometió al juicio de Dios y reconoció la autoridad romana. Los higos malos no consideraron su actitud y lo rechazaron como Mesías. Prefirieron a alguien que derrocaría a los romanos, porque no creían en los profetas. 

Mateo 21:18-19,

18 Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.

19 Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.

Por lo tanto, Jesús y sus discípulos representaban a los higos buenos entre ellos. Por seguir al legítimo heredero del trono de David, fueron perseguidos y finalmente expulsados ​​de Judea. Aunque los cristianos eran una minoría, eran los verdaderos representantes de la tribu de Judá. Por eso Pablo explica que los creyentes, que tenían la circuncisión del corazón, eran “judíos”, mientras que aquellos que tenían una circuncisión meramente externa NO eran judíos.

Romanos 2:28-29,

28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; 29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.

En otras palabras, lo que llamamos “La Iglesia” es en realidad la tribu de Judá. Los cristianos originales pertenecían a las tribus de Judá, Benjamín y Leví, pero a ellos se sumaron muchos otros grupos étnicos. Estos grupos se unieron a la tribu de Judá por su conversión a Jesucristo. Como “judíos”, se convirtieron en ciudadanos del Reino.

Gálatas 6:15, 

15 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.

Los que se rebelaron contra el rey de Judá eran “ramas naturales” de un árbol que había sido podado. 

Pablo dice en Romanos 11:19-21,

19 Dirás pues: Las ramas fueron quebradas para que yo fuera injertado.

20 Bien; por su incredulidad fueron quebradas, mas tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, antes teme.

21 Que si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.

Cuando habla de las “ramas naturales” se refiere a los judíos de nacimiento o linaje. Su genealogía no los libró de ser podados del “árbol”. Ser parientes literales tampoco perdonará a nadie más, ya sean descendientes de israelitas genealógicos en la dispersión o de otros grupos étnicos. El tema es la FE en Jesucristo, no la genealogía.

Romanos 4:13-14,

13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.

Romanos 9:6-8

No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.

Sin embargo, este “árbol” no es Israel, sino Judá. Hay un plan de dos partes que no se entiende generalmente, porque muchos han ignorado la distinción entre Judá e Israel. La higuera de Judá no fue la resurrección nacional de la casa de Israel. Fue la continuación de la tribu de Judá después de que había sido podada considerablemente.

Por eso tampoco Dios podía divorciarse de Judá. Como nación fue podada, pero no divorciada. La Iglesia (el verdadero Judá) permaneció casada con Dios como la Novia de Cristo. Pero esta fue sólo la primera parte de una historia de dos partes. Los acontecimientos del Nuevo Testamento cumplieron las profecías dadas a Judá, pero estas no incluían a Israel. A Judá se le había dado el Cetro y el llamamiento para dar a luz a Jesús el Rey de Reyes. Por eso el Rey David vino de la tribu de Judá; y Jesús fue un descendiente directo de David. Cuando Jesús nace como el verdadero heredero de la tribu de Judá, se cumplió el llamamiento entregado a la tribu de Judá. De esta forma la tribu de Judá cumple totalmente su llamado.

Génesis 49:10,

No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.

La segunda parte del plan divino se está cumpliendo en este fin de los tiempos. Ya no se trata de Judá, sino de la casa de Israel y del llamado de José. Cuando la casa de Israel resucite, tanto Judá como José estarán unidos bajo Jesucristo. Esta profecía no puede ser cumplida por el estado de Israel, porque (1) ellos siguen rechazando a Jesucristo; y (2) no son la casa bíblica histórica de Israel, genealógica ni espiritualmente.

Apocalipsis 2:9,

Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.

A José se le dio la primogenitura. A Judá se le dio el cetro. Ambos son necesarios para cumplir el plan divino, pero ninguno puede reclamar la herencia del otro. Por eso es necesaria las dos venidas de Cristo para cumplir todas las cosas. La primera venida se enfoca en el Cetro de Judá, mientras que la segunda venida se enfoca en la Primogenitura de José, al ver esto tendremos un mejor cuadro de la escena mundial.

Gálatas 6:16, 

16 Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.

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