Su Fundamento

Entre el Imperio y el Reino: Ciro en la Biblia (Parte 6)

La Caída del imperio Meda-Persa

En el siglo VI a.C., los judíos fueron exiliados a Babilonia tras la destrucción de Jerusalén y su Templo (586 a.C.) por Nabucodonosor II, rey de Babilonia. Este evento se conoce como el Cautiverio Babilónico.

Isaías 44:24-26,

24 Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo; 25 que deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros; que hago volver atrás a los sabios, y desvanezco su sabiduría. 26 Yo, el que despierta la palabra de su siervo, y cumple el consejo de sus mensajeros; que dice a Jerusalén: Serás habitada; y a las ciudades de Judá: Reconstruidas serán, y sus ruinas reedificaré;

Jehová se revela, ante todo, como “tu Redentor” (Isaías 44:24), título profundamente teológico que expresa su obra de salvación, liberación y restauración del pueblo que ha escogido por gracia 

Isaías 43:1, 

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.

Éxodo 6:6,

Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes;

No es un dios distante ni indiferente, sino Aquel que se ha acercado en amor para rescatar a los suyos del pecado, la esclavitud y la muerte.

 Isaías 52:3, 

Porque así dice Jehová: De balde fuisteis vendidos; por tanto, sin dinero seréis rescatados.

Tito 2:14, 

quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

Luego afirma su identidad como el Creador, “el Hacedor de todas las cosas, el que extiende solo los cielos y extiende la tierra por sí mismo” (Isaías 44:24), estableciendo así su soberanía absoluta sobre toda la realidad: lo visible y lo invisible, el tiempo y la eternidad, el ser humano y toda criatura .

Colosenses 1:16-17,

16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

Salmo 90:2,

Antes que naciesen los montes

Y formases la tierra y el mundo,

Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.

Dios se define también como el principio y el fin —el Alef y la Tav, el Alfa y la Omega— 

Isaías 41:4,

¿Quién hizo y realizó esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros.

Apocalipsis 1:8, 

Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.

Apocalipsis 22:13,

Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

 Así afirmando su eternidad, inmutabilidad y control perfecto sobre el curso de la historia. 

No existe evento fuera de su conocimiento ni instante que escape a su voluntad (Isaías 46:9-10). 

9 Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, 10 que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;

Él no solo conoce el futuro; lo ha determinado. Toda la historia redentora, desde la creación hasta la consumación final, ha sido diseñada por Él con propósito y sabiduría infinita.

Romanos 8:28-30, 

28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.

Efesios 1:4-11,

4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,

6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,

10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,

Frente a esta verdad revelada, los falsos sabios del mundo —los que confían en sus propias interpretaciones, los adivinos y los que se jactan de poseer entendimiento— se ven expuestos como vanos e impotentes. Aunque pretendan anticipar el futuro o explicar los misterios del universo, su conocimiento es finito, contaminado por el orgullo humano, y sin la iluminación divina se convierte en necedad.

Isaías 44:25,

que deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros; que hago volver atrás a los sabios, y desvanezco su sabiduría.

1 Corintios 1:19-21,

19 Pues está escrito:

Destruiré la sabiduría de los sabios,

Y desecharé el entendimiento de los entendidos.

20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

Dios mismo frustra sus planes, desbarata su sabiduría y convierte sus palabras en confusión. “Yo deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros; hago volver atrás a los sabios, y desvanezco su sabiduría” (Isaías 44:25).

Solo Jehová, el Dios eterno y verdadero, tiene la potestad de revelar el futuro y cumplir sus decretos. Su palabra es firme:

Números 23:19 

Dios no es hombre, para que mienta,

Ni hijo de hombre para que se arrepienta.

Él dijo, ¿y no hará?

Habló, ¿y no lo ejecutará?

Su consejo permanece para siempre (Salmo 33:11), 

El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones.

Y su fidelidad sostiene el destino de su pueblo a lo largo de los siglos (Lamentaciones 3:22-23).

22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.

23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.

Cuando Ciro conquistó Babilonia en el 539 a.C., decretó que los pueblos exiliados, incluyendo los judíos, podían regresar a sus tierras y reconstruir sus templos.

¿Dónde aparece Ciro en la Biblia?

1. Isaías 44:28,

“[Ciro] es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado.”

Isaías 45:1,

Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán

Aquí, Ciro es llamado “ungido” de Dios (mesías), algo que solo se dice de reyes. Isaías afirma que Dios eligió a Ciro para cumplir Su voluntad, incluso sin que Ciro lo conociera.

A pesar de que Saúl fue elegido rey, existía una profecía que establecía que el cetro y el reinado pertenecerían a la tribu de Judá, según la bendición de Jacob a sus hijos en Génesis 49:10, donde se declara que “el cetro no se apartará de Judá”.

Esta profecía apuntaba al establecimiento de una dinastía duradera bajo la tribu de Judá, cumplida plenamente con el reinado de David y, posteriormente, con la línea mesiánica. Por esta razón, el reinado de Saúl, (representando la unción o la época de Pentecostés) aunque significativo, fue visto como transitorio, ya que no cumplía con el designio divino de que los reyes debían proceder de Judá. Su sucesor, David, (símbolo de la compañía de David o los vencedores) de la tribu de Judá, consolidaría la monarquía y establecería un legado que perduraría en la historia de Israel.

Además, el reinado de Saúl estuvo marcado por conflictos externos, como las guerras contra los filisteos, y por tensiones internas, incluyendo su rivalidad con David, quien fue ungido como futuro rey por Samuel. La trágica caída de Saúl, que culminó en su derrota y muerte en el monte Gilboa (1 Samuel 31), refleja las consecuencias de su desobediencia y la transición hacia un nuevo liderazgo bajo la tribu de Judá, que alinearía a Israel con el propósito divino establecido en las Escrituras.

El profeta Isaías inició la redacción del libro que lleva su nombre durante el reinado del rey Uzías (Isaías 6:1), cuya muerte se registra en el año 739 a.C. Su ministerio profético se extendió al menos hasta el año 681 a.C., coincidiendo con la muerte del rey asirio Senaquerib, un evento mencionado en Isaías 37:38.

En el transcurso de su vocación profética, Isaías recibió y registró una notable revelación acerca del rey persa Ciro, la cual se encuentra en Isaías 44:28–45:1. Esta profecía es particularmente significativa desde una perspectiva teológica e histórica, ya que los eruditos conservadores sostienen que fue escrita aproximadamente 150 años antes de su cumplimiento, ocurrido en el año 538 a.C.

La mención específica de Ciro por nombre, mucho antes de su ascenso, es frecuentemente citada como un testimonio contundente de la inspiración divina de las Escrituras y de la soberanía de Dios sobre los acontecimientos de la historia humana.

2. Esdras 1:1–4,

1 En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo:

2 Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. 3 Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén. 4 Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde more, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Jerusalén.

 Se reproduce el edicto de Ciro, autorizando el regreso de los judíos a Jerusalén y la reconstrucción del Templo. Este hecho histórico también está respaldado por documentos arqueológicos.

3. 2 Crónicas 36:22–23,

22 Mas al primer año de Ciro rey de los persas, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, Jehová despertó el espíritu de Ciro rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, diciendo: 23 Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea Jehová su Dios con él, y suba.

Este pasaje repite prácticamente el mismo edicto de Esdras. Sirve como conexión entre el final del cautiverio y el regreso a la tierra prometida.

Confirmación arqueológica: El Cilindro de Ciro (ver parte 7)

El Cilindro de Ciro, hallado en Babilonia y conservado en el Museo Británico, menciona que Ciro permitió a los pueblos deportados regresar a sus tierras y restaurar sus templos. Aunque no menciona directamente a los judíos, confirma la política general de repatriación y libertad religiosa.

Significado teológico de Ciro en la Biblia

Elemento Significado

“Ungido de Dios” Dios puede usar a un rey pagano para cumplir su voluntad.

Libertador de Israel Ciro es visto como un instrumento divino para liberar al pueblo de Dios.

Soberanía de Dios Refuerza la idea de que Dios gobierna incluso sobre las naciones gentiles.

Ciro el Grande es uno de los pocos no israelitas presentados como héroes en la Biblia. Su política de tolerancia religiosa y su decreto de restauración de Jerusalén lo convirtieron en una figura crucial para la historia judía y bíblica. Su historia también refuerza un mensaje teológico: Dios puede usar a cualquiera, incluso a un rey extranjero, para cumplir sus propósitos.

Esdras 1:2–4,

2 Así dice Ciro, rey de Persia: “YHWH, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha encargado que le construya una casa en Jerusalén, que está en Judá.”

3 “Quien de entre ustedes sea de su pueblo, que su Dios esté con él, y suba a Jerusalén, que está en Judá, y reconstruya la Casa de YHWH, el Dios de Israel —Él es el Dios que está en Jerusalén.”

4 “Y a todo el que quede (que no suba), en cualquier lugar donde resida como forastero, que los hombres de su lugar lo ayuden con plata, oro, bienes y ganado, además de ofrendas voluntarias para la Casa de Dios que está en Jerusalén.”

Ciro no solo fue visto como un conquistador, sino como un instrumento de Dios. En Isaías 45:1, el profeta lo llama incluso “su ungido”, a pesar de no ser israelita:

“Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha para sujetar naciones delante de él…”

Con esta conquista, Medo-Persia reemplazó a Babilonia como la nueva superpotencia del antiguo Oriente Próximo, cumpliendo la visión profética del profeta Daniel.

El Imperio en la Profecía de Daniel

En el libro de Daniel, capítulo 2, se describe una estatua compuesta de varios materiales, símbolo profético de cuatro grandes imperios. Medo-Persia es representado como el pecho y los brazos de plata, indicando una unidad dual (medos y persas) pero de menor esplendor que Babilonia (la cabeza de oro).

Daniel 2:39,

Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra.

También en Daniel capitulo 7, Medo-Persia es simbolizado como un oso que se alza sobre un costado y tiene tres costillas en su boca (probablemente aludiendo a las conquistas de Lidia, Babilonia y Egipto).

El Fin del Imperio Medo-Persa

¿Cuándo fueron derrotados los Medo-Persas?

La derrota final se dio en el año 330 a.C., aunque la guerra comenzó en el 334 a.C., lo que marca un proceso de declive militar y político.

El Imperio Medo-Persa alcanzó una duración de poco más de 200 años. Sin embargo, hacia finales del siglo IV a.C., el poder de Persia comenzó a declinar. La nobleza se había vuelto decadente, el sistema administrativo mostraba signos de corrupción, y las provincias comenzaban a perder su cohesión.

Fue en ese contexto que surgió un nuevo conquistador desde Occidente: Alejandro Magno, rey de Macedonia. En el año 334 a.C., Alejandro cruzó el Helesponto con 50,000 hombres, iniciando una campaña contra el vasto imperio persa. A pesar de enfrentar ejércitos que superaban en número hasta 20 veces a los suyos, Alejandro logró una serie de victorias fulminantes, incluyendo:

Principales batallas de la conquista de Persia

1. Batalla del Gránico (334 a.C.)

Primera gran victoria de Alejandro contra los sátrapas persas en Asia Menor (actual Turquía).

Le abrió paso a la costa occidental de Asia.

2. Batalla de Issos (333 a.C.)

Derrotó al rey persa Darío III en el sur de Anatolia.

Darío huyó y dejó a su familia en el campo de batalla.

3. Batalla de Gaugamela (331 a.C.)

Considerada la batalla decisiva.

Aunque Darío tenía un ejército más grande, Alejandro usó maniobras tácticas superiores.

Resultado: Derrota total del ejército persa.

4. Caída de Persépolis (330 a.C.)

La capital ceremonial del imperio fue saqueada e incendiada.

Simbólicamente, esto marcó el fin del Imperio Persa Aqueménida.

Tras esta última batalla, el poder persa colapsó. Darío fue finalmente asesinado por uno de sus propios oficiales, y en 330 a.C., Alejandro entró en Persépolis, la capital ceremonial de Persia, dando fin definitivo al Imperio Medo-Persa.

Muerte de Darío III

Darío huyó al este tras la derrota en Gaugamela.

Fue asesinado por uno de sus propios sátrapas (Bessos) en el 330 a.C.

Alejandro luego persiguió a Bessos y lo ejecutó, consolidando su control sobre todo el antiguo imperio persa.

En la visión de Daniel, este evento representó el paso del segundo al tercer imperio mundial, simbolizado por el vientre y muslos de bronce de la estatua.

Daniel 2:32, 

La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce;

Luego por el leopardo de cuatro alas en Daniel 7:6 — símbolos del Imperio Griego.

6 Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio.

El Imperio Medo-Persa, aunque poderoso y duradero, cayó ante la fuerza imparable de Alejandro Magno. Su ascenso y caída no solo forman parte de la historia secular, sino también del relato profético bíblico. Fue un imperio que, en su momento, permitió el cumplimiento de los planes de Dios —especialmente en la liberación del pueblo de Israel—, y su desaparición marcó el inicio de una nueva etapa en la historia del mundo antiguo.

El colapso del Imperio Medo-Persa fue el resultado de una conjunción de factores: decadencia interna, liderazgo débil, y el surgimiento de un adversario excepcionalmente brillante. Pero su legado no desapareció. La organización imperial, las ideas de tolerancia religiosa y administración local que caracterizaron a los aqueménidas influirían en siglos posteriores, incluso en imperios tan distintos como Roma o el Islam. Su caída marcó el fin de una era, pero su huella en la historia del mundo fue, y sigue siendo, profunda.

Declive de un imperio

La caída del Imperio Persa no fue producto de una única batalla, sino el resultado de un prolongado desgaste interno combinado con una ofensiva externa imparable. A lo largo del siglo V a.C., los persas habían enfrentado constantes conflictos internos, rebeliones en varias provincias y un sistema administrativo que, aunque eficiente en su apogeo, comenzaba a mostrar señales de rigidez e ineficacia.

Las llamadas Guerras Médicas, donde enfrentaron a las ciudades-estado griegas como Atenas y Esparta, también minaron su prestigio. Aunque Persia siguió siendo una gran potencia, las derrotas en Maratón, Salamina y Platea habían revelado su vulnerabilidad. La lealtad entre las satrapías (provincias del imperio) se tornaba cada vez más inestable, y los sucesivos reyes carecían del genio político y militar de sus predecesores.

La amenaza desde Occidente

En el año 334 a.C., un joven rey macedonio, Alejandro III —hijo de Filipo II— cruzó el Helesponto con un objetivo claro: vengar las antiguas invasiones persas a Grecia y extender su propio dominio. Lo que comenzó como una campaña de represalia se transformó en una epopeya de conquista.

La primera gran confrontación tuvo lugar en la Batalla del Gránico. Aunque fue solo un choque inicial, permitió a Alejandro establecer su dominio sobre Asia Menor. Un año después, en la llanura de Issos, sus tropas se enfrentaron directamente al gran rey persa Darío III. A pesar de contar con un ejército muy superior en número, Darío fue derrotado y obligado a huir, dejando incluso a su familia en el campo de batalla. Era una humillación sin precedentes.

La batalla decisiva

La resistencia persa se mantuvo un tiempo más, pero el golpe final llegó en el 331 a.C., en la famosa Batalla de Gaugamela. Allí, Darío volvió a presentar batalla con todo el poder que pudo reunir. Sin embargo, la destreza táctica de Alejandro, combinada con la disciplina de su infantería y la movilidad de su caballería, resultó decisiva. Los persas fueron completamente derrotados. Darío escapó de nuevo, pero su autoridad ya no tenía sustancia: muchos de sus sátrapas lo abandonaron, y algunos incluso conspiraron contra él.

Un año más tarde, en el 330 a.C., Alejandro entró triunfante en Persépolis, la capital ceremonial del imperio. Allí, según algunos relatos, permitió que sus hombres la saquearan y más tarde la ciudad fue incendiada, tal vez en un gesto simbólico de venganza por la destrucción de Atenas por los persas años antes. Con la caída de Persépolis y el asesinato de Darío III por uno de sus propios gobernadores, el Imperio Persa Aqueménida llegaba oficialmente a su fin.

El mundo después de Persia

Alejandro no solo conquistó el imperio, sino que adoptó muchas de sus costumbres. Se vistió al estilo persa, se casó con una princesa de la nobleza aqueménida (Roxana) y mantuvo buena parte del sistema administrativo persa. Buscaba fusionar Oriente y Occidente en una nueva visión imperial. No todos sus oficiales macedonios aceptaron esta política, pero era un reflejo del profundo impacto que la cultura persa había tenido en el mundo antiguo.

Tras la muerte de Alejandro en el 323 a.C., su imperio se fragmentó entre sus generales. Persia quedó en manos de los seléucidas, una dinastía de origen griego que heredó gran parte del antiguo territorio aqueménida, aunque nunca logró igualar su grandeza.

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