El Reino de Dios trae consigo no solo perdón, sino transformación: de lo corruptible a lo incorruptible, de la debilidad a la gloria, de la separación a la reconciliación con el Padre. Y en este Reino, toda lengua confesará y toda rodilla se doblará ante Jesucristo, el único digno de toda honra.
Sofonías 3:8-9,
8 Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra.
9 En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento.
Salmo 72:17,
“Será su nombre para siempre; se perpetuará su nombre mientras dure el sol; y serán benditas en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado.”
Este versículo forma parte del Salmo 72, un salmo mesiánico atribuido a Salomón, pero que proféticamente apunta al reinado eterno del Mesías, Jesucristo. Es una visión del reino ideal: justo, universal, pacífico y eterno.
“Será su nombre para siempre”
Esto indica que el nombre (la autoridad, el carácter, la reputación) del Rey —en un sentido pleno, Cristo— será eterno. No será olvidado ni reemplazado, sino que permanecerá con poder y gloria por todas las generaciones.
“Se perpetuará su nombre mientras dure el sol”
Aquí se usa un lenguaje poético hebreo que habla de duración eterna. Mientras haya existencia bajo el sol, su nombre permanecerá. En términos bíblicos, esto es una forma de decir que su reinado no tendrá fin, lo cual se confirma en pasajes como Isaías 9:7 o Lucas 1:33.
Isaías 9:7,
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
Lucas 1:33,
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
“Y serán benditas en él todas las naciones”
Este es un eco directo del pacto que Dios hizo con Abraham en Génesis 12:3: “y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” El cumplimiento de esa promesa se realiza plenamente en Jesucristo, en quien las naciones encuentran redención y bendición eterna.
“Lo llamarán bienaventurado”
Esto significa que será reconocido como fuente de bendición, gozo y salvación. Las naciones no solo recibirán bendición por medio de Él, sino que lo reconocerán y lo alabarán por ello.
Salmo 72:17 profetiza el reinado eterno, universal y benéfico del Mesías. Su nombre será eterno, su influencia global, y en Él todas las naciones hallarán bendición. Es un versículo profundamente cristológico que apunta a la supremacía de Cristo en la historia y en la eternidad.
Hechos 3:19-21,
19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; 21 a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Versículo 19 — “Arrepentíos y convertíos…”
Pedro, hablando al pueblo judío tras la sanación del cojo en el templo, les llama a arrepentirse (un cambio profundo de mente y corazón) y a convertirse (volver a Dios con obediencia y fe).
Este llamado tiene un propósito directo: “para que sean borrados vuestros pecados”. Aquí vemos la centralidad del perdón en el mensaje del evangelio. “Borrados” sugiere una limpieza total, como tinta eliminada de un pergamino.
Versículo 20 — “Para que vengan… tiempos de refrigerio”
El arrepentimiento no solo trae perdón, sino también “tiempos de refrigerio” (gr. anapsyxis, alivio, descanso, renovación espiritual).
Esto apunta tanto a bendiciones presentes del Espíritu Santo como a una anticipación del futuro reino mesiánico, cuando la justicia, la paz y la restauración llenarán la tierra.
Pedro también conecta esto con la segunda venida de Cristo:
“y él envíe a Jesucristo…”
Cristo ya vino como Salvador sufriente, pero será enviado otra vez como Rey glorioso.
Versículo 21 — “a quien es necesario que el cielo reciba…”
Aquí Pedro aclara que Jesús permanece en el cielo por un tiempo determinado —hasta que llegue el momento señalado por Dios: “los tiempos de la restauración de todas las cosas”.
Este concepto de restauración (gr. apokatastasis) se refiere al cumplimiento de todas las promesas de Dios: la renovación de la creación, la restauración del reino, la victoria final sobre el pecado y la muerte. Es una visión de redención completa —no solo personal, sino cósmica.
Pedro afirma que esta restauración fue profetizada desde antiguo:
“de que habló Dios por boca de sus santos profetas”
Esto conecta con profecías como Isaías 65, Ezequiel 36-37, y otros textos mesiánicos que anuncian un tiempo futuro de justicia, paz y plenitud bajo el reinado del Padre Eterno.
Cuando Jesucristo se siente como Rey sobre toda la tierra, las naciones le adorarán y le alabarán con un amor sincero y reverente. Ese será el cumplimiento glorioso del Reino prometido, cuando toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Sin embargo, uno de los mayores obstáculos para que esto suceda en el presente es la religión del hombre —estructuras y sistemas que, en lugar de conducir al Creador, en muchos casos lo oscurecen. La mayoría del mundo sigue sepultada bajo el peso de religiones falsas, tradiciones humanas y espiritualidades huecas que desvían la mirada de Cristo.
Incluso muchos de nosotros, que hoy seguimos a Jesús, aún luchamos con influencias persistentes de antiguas experiencias religiosas. Ideas erróneas, costumbres arraigadas y enseñanzas distorsionadas moldean, consciente o inconscientemente, nuestro pensamiento hasta el día de hoy. Por eso, la renovación de la mente es una obra continua del Espíritu.
Y aquí está una verdad central del evangelio: nadie puede venir a Cristo a menos que el Espíritu Santo lo atraiga. La salvación no es un acto meramente intelectual ni una decisión emocional, sino una obra sobrenatural de gracia en el corazón humano.
Pero la esperanza permanece firme. La Palabra de Dios nos asegura que llegará el día en que “toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor” (Filipenses 2:11). Esa confesión no será forzada, sino el resultado de la revelación plena del Rey de gloria. Entonces, lo que hoy vemos en parte, se manifestará en plenitud, y la tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar.
Isaías 25:6-8,
6 Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos y de vinos purificados. 7 Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. 8 Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho.
Versículo 6 — El banquete mesiánico
“Jehová de los ejércitos hará en este monte…”
Este monte es Sion, símbolo del lugar donde Dios reina y se manifiesta. El “banquete” representa abundancia, gozo, comunión y celebración —algo reservado tradicionalmente para momentos de victoria y pacto. No es un banquete solo para Israel, sino “a todos los pueblos”, lo cual anticipa la inclusión de las naciones en el Reino.
“Manjares suculentos” y ‘vinos refinados” son símbolos de plenitud, satisfacción, y gozo espiritual.
Este es un retrato de la celebración del Reino de Dios en su plenitud, similar a la imagen de las bodas del Cordero en Apocalipsis 19:6–9.
Versículo 7 — El velo removido
“Destruirá en este monte la cubierta… el velo…”
Aquí, Isaías usa la imagen de una “cubierta” o “velo” que representa la ceguera espiritual, la ignorancia y la separación de Dios que afecta a todas las naciones.
Dios promete quitar ese velo —es decir, traer revelación, entendimiento y acceso a Su presencia. Esto se cumple en Cristo, quien rasgó el velo literal y espiritual.
Hebreos 10:20,
por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
2 Corintios 3:14–16,
14 Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado.
15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. 16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.
De esta manera abriendo el camino para toda la humanidad.
Versículo 8 — La victoria sobre la muerte y el dolor
“Destruirá a la muerte para siempre…”
Este es uno de los anuncios más poderosos de toda la Escritura: la muerte será destruida para siempre. Pablo cita este versículo en 1 Corintios 15:54, cuando describe la victoria de Cristo en la resurrección: 54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
“Enjugará Jehová toda lágrima…”
Este es un consuelo universal. Dios no solo elimina la causa del dolor (la muerte), sino que también cura el sufrimiento emocional y humano. Esta imagen es retomada en Apocalipsis 21:4, cuando se describe la nueva creación:
“Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos…”
“Y quitará la afrenta de su pueblo…”
Esto se refiere al oprobio, al rechazo, a la humillación sufrida por el pueblo de Dios. Él mismo vindicará a Su pueblo en presencia de las naciones, mostrando que su esperanza no fue en vano.
“Porque Jehová lo ha dicho”.
Una afirmación solemne que cierra la profecía con absoluta certeza: lo que Dios ha prometido, Él cumplirá.
Isaías 25:6–8 presenta una visión profética del Reino de Dios en su plenitud:
6 Y el SEÑOR de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos convite de engordados, convite de vinos purificados, de gruesos tuétanos, de purificados líquidos.
7 Y deshará en este monte la máscara de la cobertura con que están cubiertos todos los pueblos; y el velo que está extendido sobre todos los gentiles.
8 Destruirá a la muerte para siempre; y limpiará el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque el SEÑOR lo ha determinado.
Un banquete universal de gozo y redención.
La revelación y restauración de las naciones.
La eliminación de la muerte, el dolor y la vergüenza.
El cumplimiento del plan eterno de Dios por medio del Mesías.
Esta es una de las grandes promesas de restauración total, que se cumple parcialmente en la primera venida de Cristo y se consumará en su segunda venida.
Lo que separa y distingue a la verdadera fe cristiana de todas las demás religiones del mundo es que adoramos y servimos al único Dios verdadero. Mientras que muchas religiones presentan una pluralidad de dioses, o sistemas espirituales complejos con seres divinos en conflicto, la revelación bíblica es absolutamente monoteísta: hay un solo Dios, eterno, creador, soberano y sin igual.
Esto es afirmado con contundencia en Isaías 44:24–25:
“Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre:
Yo Jehová, que lo hago todo,
que extiendo solo los cielos,
que extiendo la tierra por mí mismo;
que deshago las señales de los adivinos,
y enloquezco a los agoreros;
que hago volver atrás a los sabios,
y desvanezco su sabiduría”.
Este pasaje es profundamente revelador por varias razones:
1. Dios se identifica como Creador único
“Extiendo solo los cielos… por mí mismo”
Aquí Dios declara que Él actuó sin ayuda alguna en la creación del universo. A diferencia de las mitologías paganas, donde varios dioses colaboran o luchan entre sí para formar el mundo, el Dios de Israel declara que Él solo es el autor de toda existencia.
2. Rechazo absoluto a la adivinación y la falsa sabiduría
“Deshago las señales de los adivinos…”
Dios muestra su autoridad al confundir y desmentir a los falsos profetas, brujos, agoreros y sabios mundanos. Las otras religiones, al depender de tales medios —adivinación, astrología, filosofías humanas—, se revelan como fuentes de confusión y error, mientras que la sabiduría verdadera proviene solo del Señor (cf. Proverbios 2:6).
3. Redención y creación van de la mano
“Tu Redentor, que te formó desde el vientre…”
El mismo Dios que creó es el Dios que redime. No hay necesidad de múltiples dioses para diferentes áreas de la vida. En el Dios de la Biblia encontramos plenitud: origen, propósito, redención y destino final.